Valeria López Vela

Resquicios de libertad

ACORDES INTERNACIONALES

Valeria López Vela*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Valeria López Vela
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

“Pueblos libres, recordad esta máxima: Podemos adquirir la libertad, pero nunca se recupera una vez que se pierde”

Jean Jacques Rousseau

Si tuviera que resumir, en una frase, los acontecimientos de los últimos días en Irán, Rusia, Ucrania o Estados Unidos sería: la defensa de la libertad. Pues, como se sabe, ni los derechos ni las libertades ni la democracia pueden darse por supuestos, en éste ni en ningún país o momento histórico.

El ejemplo paradigmático del retroceso de derechos es el de las mujeres iraníes quienes, contraria a toda idea de decencia o dignidad, fueron restringidas al espacio doméstico, siempre bajo la tutela del hombre, con un cuerpo policiaco específico para cuidar su moral.

Sin embargo, tras la muerte de Mahsa Amini, la lógica de la servidumbre encontró su punto de quiebre. Las protestas han avanzado y lograron la solidaridad de varones o de personas de otras generaciones quienes no piensan dar un paso atrás: libertad e igualdad para las mujeres o nada, han sentenciado. Hasta ayer, había 1,500 personas detenidas por las protestas.

En Rusia, en medio de una invasión injusta, Putin firmó un decreto donde anunció una desesperada campaña de reclutamiento o movilización parcial: 300,000 reservistas serán llamados para reforzar a las tropas rusas en el frente con Ucrania. Las reacciones no se hicieron esperar y las manifestaciones, los señalamientos, e incluso los ataques violentos a los centros de reclutamiento han desequilibrado al desorientado gobierno ruso.

La desesperación bélica de Putin lo ha llevado a reclutar forzadamente a ancianos, enfermos y estudiantes; personas que no tienen ningún entrenamiento militar y que serán enviados a morir en el frente. Las imágenes de hombres huyendo, la desesperación en los rostros de las mujeres, parecen tomadas de una novela stalinista de tiempos pasados.

Las miradas en los rostros de las personas en Irán o en Rusia tienen un punto en común: todas ellas se aferran y buscan los últimos resquicios de la libertad. Saben que lo que toleren es lo que continuará en sus vidas; afortunadamente, encontraron la fuerza y los motivos para pelear por sus vidas, su dignidad y su libertad.

En México, desafortunadamente, es todavía peor, pues la lucha de las mujeres no es por la ropa, el cuerpo o las decisiones sino por la vida. La escandalosa cifra de feminicidios y su normalización han hecho que las manifestaciones del 8 de marzo o los actos de indignación tras conocerse el caso atroz de la semana se hayan vuelto irrelevantes.

A diferencia de lo que ocurre en Irán, en Estados Unidos o en Rusia, la mayoría de los mexicanos nos hemos acostumbrado a la humillación, a la desesperanza, a la desaparición, a la falta de libertad pues, parafraseando a Edmund Burke, nos hemos conformado a vivir bajo el engaño de una transformación.