Valeria Villa

No puedo con esto, porque no me abrazaron

LA VIDA DE LAS EMOCIONES

Valeria Villa*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Valeria Villa
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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El caricaturista Alberto Montt publicó un cartón el pasado miércoles que causó controversia, como muchos de sus dibujos. Montt disfruta la provocación y se toma el tiempo para contestarle a quienes se enfurecen con su trabajo.

El cartón muestra a Montt diciendo: “En mi vida he notado que, frente a un obstáculo, existen dos tipos de personas, quienes no han ido a terapia (se muestra a un hombre llorando frente a un muro y diciendo: no puedo con esto) y quienes han ido (se muestra a un hombre llorando frente al mismo muro diciendo: no puedo con esto, porque no me abrazaron)”.

Muchos se indignaron suponiendo que Montt devalúa la terapia, como si sólo sirviera para inventarse pretextos frente a los problemas. Que es irresponsable el mensaje que da, escribió alguien más. Otros lo defendieron: “Es que ahora la gente se ofende hasta con un cartón y ésa es la que más necesita la terapia”.

Luego aparecieron los terapeutas cognitivo-conductuales a decir que ellos sí buscan soluciones más que culpables. Porque sus terapias son modernas, dicen.

Para empezar, Montt es un provocador salvaje y se ha metido con todos los temas espinosos y políticamente incorrectos. Quién define lo incorrecto es un asunto de poder y es de celebrarse que no se someta.

Que ir a terapia se haya vuelto materia de fe es más preocupante que una buena noticia. Pasamos del estigma de las enfermedades mentales y de decir que sólo los locos van a terapia, a volver de esta práctica una panacea para todos, aunque no lo sea.

Que alguien se burle de la terapia está muy bien, porque así se le despoja de cualquier guiño sectario. Qué bueno que Montt haga chistes de todo y que nada le parezca sagrado.

Es verdad que alguien que ha hecho terapia se puede quedar durante años dando vueltas sobre lo mismo, siendo capaz de explicar todos los nudos de su historia, pero sin poder deshacerlos. Sí que hay personas que llevan décadas diciendo que no pueden con la vida, porque no los abrazaron y aunque suene a pasividad pura, hay algo de verdad en tal afirmación. El abrazo es un significante de muchas cosas: amor, protección, contención, consuelo, aceptación, cercanía física, seguridad, solidaridad, empatía. Es la unidad esencial que mantuvo con vida al niño cuando la madre lo alimentaba. El amor del abrazo es una fuerza para lidiar con la vida. Enfrentar las dificultades es una capacidad nutrida por la protección de un mundo interno de personas a las que amamos y que nos aman, y que protegen incluso cuando estamos solos. La falta de un abrazo de la madre produce depresión anaclítica y a veces la muerte de bebés que sólo recibieron alimento, pero no contacto físico en orfanatorios y hospitales (ver el trabajo de René Spitz, 1945).

“No puedo con esto, porque no me abrazaron”, es un buen comienzo de una terapia. Apenas la puerta de entrada del camino de asumirse responsable de la vida propia, de verse como capaz de superar obstáculos y de alejarse de la posición de víctima para pasar a la de agente de cambio.

También puedes escuchar la columna aquí.

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