Ser mujer: deporte extremo

Ser mujer: deporte extremo
Por:
  • montserrats-columnista

En el Día Mundial Contra la Violencia de Género murieron mujeres. ¿Cuántas? Nadie podría precisarlo. ¿Por qué? Porque “realmente” a nadie le importa. Es parte de la violencia tratar el tema como una cuestión de minorías. Como si fuera un subconjunto de la sociedad que no ameritara grandes titulares; como un mal menor y tolerable. Más de la mitad de la población nace siendo menos, y un porcentaje vergonzosamente alto vive sus días amenazada, golpeada, vejada e ignorada.

La viral protesta chilena se ha replicado en varios países de Latinoamérica y hasta inicia ya su paso por Europa. Indignación, dolor y enojo llenan los corazones de miles de jóvenes que están cansadas de tener miedo. En Latinoamérica miles de mujeres mueren cada día, víctimas de violencia. La mayoría de las mujeres vive en su vida “al menos” momentos de abuso y acoso sexual… y ellas son las afortunadas que no terminan bajo tierra mientras sus familias aprietan los puños impotentes ante autoridades que no están realmente interesadas en el tema.

Ayer, respondía una encuesta para una amiga activista de género sobre la violencia. Y mientras repasaba mi vida con cada pregunta me di cuenta de cuántas cosas yo misma había pasado por alto porque ya las he normalizado. Salarios dispares, palabras soeces, imágenes explícitas, enojo ante negativas en relaciones, presión para llegar a más. Y luego, el horror de darme cuenta de que al final del cuestionario me sentía afortunada de ser de esas mujeres “con suerte” porque la violencia no ha llegado a más. Y miro a mi hija y me niego a que viva en una sociedad así.

¡Qué vergüenza que en este mundo ser mujer sea un deporte extremo! Necesitamos habilidades extraordinarias para subsistir, para defendernos. ¡Qué pena que en el escenario público apenas sea un tema importante en discursos y en tiempos de elecciones! En las acciones no hay nada. ¿Cuántos años han pasado desde que Clinton dijo en aquella cumbre lo que no debería ser necesario decir? “Los derechos de la mujer son los derechos humanos”. ¿Acaso tenemos que recordarle al mundo que somos personas humanas; de la misma especie y que esperamos un trato digno?

En esta realidad en la que globalmente las economías se encojen y los conflictos armados y el hambre avanzan, la mujer vuelve a estar en peligro. Las poblaciones migrantes, en aumento año con año, son el espejo de nuestra precariedad. La inmensa mayoría de las mujeres —adultas y niñas— que migran son abusadas sexualmente o secuestradas por traficantes sexuales.

El cuerpo humano, el cuerpo de cada mujer que pisa esta tierra, debería protegerse y respetarse como el más preciado monumento. Y si alguno llega a sufrir un daño, deberíamos correr presurosos a limpiarlo y repararlo.