El hecho de compartir imágenes propias y familiares en redes sociales ha pasado de ser un acto rutinario a generar preocupación legítima en materia de privacidad, seguridad y bienestar digital.
Desde hace años, expertos en tecnología y ciberseguridad advierten sobre los riesgos inherentes al sharenting: la tendencia de padres a publicitar imágenes de sus hijos sin considerar consecuencias a largo plazo.
Uno de los riesgos clave al compartir fotos personales es la exposición de ubicación y hábitos, pues muchas fotos contienen metadatos (como coordenadas GPS), lo que permite a extraños deducir dónde vives, trabajas o vacacionas. En casos reales, ladrones han utilizado estas pistas para seleccionar blancos vulnerables, pues incluso muchos comparten su ubicación en tiempo real en diversas redes sociales.
Al compartir datos personales, como nombres completos, fechas de nacimiento o incluso fotografías en donde se vea la escuela a la que acuden familiares, se fomenta la creación de identidades falsas. En casos extremos, se ha documentado el fenómeno de “digital kidnapping”, donde delincuentes se apropian de imágenes de niños para usarlas con diversos fines.
Debes tener en cuenta que aunque se traten de fotografías que sean guardadas como privadas, muchas plataformas conservan copias incluso tras eliminarlas. Esto puede afectar la privacidad futura o incluso la autoestima del individuo.
Muchos adolescentes han señalado molestia por no haber dado su consentimiento para que sus fotos fueran publicadas cuando eran menores. Ante esto diversas organizaciones recomiendan no publicar fotografías personales de menores o familiares desde cuentas abiertas, así como no revelar nombres completos y lugares, más aún en contextos escolares o familiares.