Abril es una de las lesionadas por la explosión

“Hasta ahora no hay mejora: sólo un milagro podrá salvar a mi hermana”

Familiares viven una larga espera afuera de los hospitales, para conocer el estado de sus pacientes; también abundan muestras de solidaridad: les ofrecen comida, de beber y oraciones

Afuera del Hospital Magdalena de las Salinas ofrecen comida, agua y diversos apoyos a los familiares de las víctimas, ayer.
Afuera del Hospital Magdalena de las Salinas ofrecen comida, agua y diversos apoyos a los familiares de las víctimas, ayer. Fotos›Tania Gómez›La Razón

La espera fue larga este viernes en el exterior del hospital Magdalena de las Salinas, en la alcaldía Gustavo A. Madero, donde ocho personas lesionadas tras la explosión de la pipa en el puente de La Concordia, reciben atención médica, y en donde la solidaridad ciudadana no ha dejado de hacerse presente.

Jaqueline, la hermana de Giovanni, un joven de 16 años de edad que resultó gravemente lesionado tras la explosión de la pipa el miércoles, y que presenta quemaduras en 98 por ciento de su cuerpo, recibió expresiones de solidaridad de personas que se encuentran en el lugar, previo a ingresar al hospital.

“Dile a tu hermano que estamos orando por él”, dijo una mujer, mientras la joven recibía un abrazo de otra persona.

Afuera del Hospital Magdalena de las Salinas ofrecen comida, agua y diversos apoyos a los familiares de las víctimas, ayer.
Afuera del Hospital Magdalena de las Salinas ofrecen comida, agua y diversos apoyos a los familiares de las víctimas, ayer. Fotos›Tania Gómez›La Razón

La solidaridad se materializó a lo largo del día, a través de mujeres y hombres, tanto jóvenes, como de edad avanzada, que acudieron ofreciendo apoyo a los presentes: “Una torta con agua, ¿gustan?, ¿un vaso con atole?”, decían unos. Otros ofrecían tacos, refrescos, fruta, galletas, sandwiches, dulces y hasta camotes.

Hubo quién llevó papel higiénico para regalar, y algunos más ofrecieron su moto para dar “aventones” o trasladar a personas que requerían ir a otros hospitales, de manera gratuita. “Si necesitas traslado a otros hospitales, te ayudo sin ningún costo”, decía una cartulina pegada en la parte trasera de una moto.

Martha García, vecina de la alcaldía Cuauhtémoc, llegó con una cartulina amarilla, que decía: “Sabemos que su dolor es muy grande en estos momentos, pero Dios está con ustedes. Que él los fortalezca, los abrace y los consuele. Nosotros también estamos con ustedes y deseamos que todo esté muy bien con sus familiares”.

Luego, Martha explicó a La Razón que sus recursos no le alcanzaron para llevar otra cosa para apoyar a las personas que pasan por esa situación, pero “de corazón vine a donar agüitas y jugos”.

Ni los cambios en el clima hicieron que los familiares de los lesionados se retiraran del exterior del hospital. Primero, los rayos del sol, alrededor de la una de la tarde. Después, a las cuatro, un tremendo aguacero, que provocó que algunos sacaran sus paraguas, mientras otros se cubrían con chamarras, e incluso con cartones, para mojarse lo menos posible.

Nitzia Díaz Castañeda fue una de las personas que estuvo afuera del hospital, a la espera de informes del estado de salud de su hermana, Abril, quien fue ingresada el miércoles en estado grave.

Abril, madre soltera de cuatro hijos que estudian preescolar, primaria, secundaria y preparatoria, se debate entre la vida y la muerte y, de acuerdo con Nitzia, “sólo un milagro podría salvarla”.

“Se encuentra estable, pero en situación crítica. Hasta ahorita no ha habido mejoría, pero estamos esperando un milagro”, explicó su hermana.

Abril Díaz, de 34 años de edad, habita en inmediaciones del puente La Concordia, aunque su hermana desconoce las actividades que tuvo previo a la explosión.

Es empleada en el mercado de pescados y mariscos de La Viga, pero estaba buscando un mejor empleo. Sus amigos acudieron a donarle sangre, además de que mucha gente hizo lo propio para los pacientes en general, ante lo cual Nitzia dijo: “Nunca sobra un donador de sangre”.

A Nitzia, la noticia de que Abril había resultado gravemente lesionada le cayó “como balde de agua fría”. Afirma haber entrado en shock cuando la vio, al tener heridas en el 98 por ciento de su cuerpo. “Me costó trabajo reconocerla”, señaló, y reiteró que sólo espera que un milagro saque adelante a su hermana.

Con flores y velas, la FES recuerda a Ana

› Por Ulises Soriano

En un ambiente de duelo, solidaridad, nostalgia y con el lamento de una gaita, la comunidad estudiantil y docente de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Cuautitlán, de la UNAM, honró la memoria de Ana Daniela Barragán, quien falleció la noche del jueves a causa de quemaduras luego de la explosión de una pipa de gas en el puente de La Concordia.

Entre los edificios del plantel, los alumnos de las diferentes carreras hicieron un improvisado altar en memoria de la alumna de tercer semestre de Ingeniería en Alimentos. Desde temprana hora, la comunidad estudiantil ingresó a la facultad con ramos de rosas, girasoles y geranios.

“Aunque muchos no la conocíamos personalmente, forma parte de nuestra comunidad y todos la apreciamos”, comentó Paola a La Razón, una alumna que colocó sus flores con cuidado, como si fueran palabras no dichas.

Altar colocado en el campus Cuautitlán en honor a Ana Daniela Barragán, ayer.
Altar colocado en el campus Cuautitlán en honor a Ana Daniela Barragán, ayer. Foto›Especial

A unos metros, Santiago y otros compañeros permanecían en silencio, observando el ir y venir de quienes se acercaban a dejar su ofrenda mientras la gaita interpretó “Amazing Grace”.

“Es un entorno un poco triste, tenso, porque es reciente”, comentó Emiliano quien conoció a Ana Daniela en sus clases. El homenaje, contó, fue una forma de reconocerse vulnerables: “Se siente mal porque podríamos ser alguno de nosotros el que falte mañana. Y por eso le llevamos algo a su memoria, como un respeto”.

Las clases siguieron su curso, pero el murmullo en los pasillos reveló que no era un día cualquiera. La comunidad estudiantil, conmovida, encontró en los gestos sencillos —una vela encendida, una flor blanca, un recuerdo compartido— la manera de darle presencia a quien ya no está.

“Su dedicación y ese amor genuino que mostró por su carrera y la vida serán en el eco de su entusiasmo. No sólo perdimos a una estudiante, perdimos a una futura ingeniera en alimentos, a una joven llena de sueños, a una hija, a una hermana, a una novia, una amiga y a una compañera”, dijo una maestra en improvisada ceremonia.

El ingeniero químico Guillermo Martínez, quien fue su profesor, dirigió unas palabras con la voz entrecortada: “A pesar del profundo dolor que sentimos por tu partida prematura, quiero aprovechar esta oportunidad para recordarte”.

Evocó los momentos que compartieron el aula, cuando le impartió la clase de Termodinámica uno: “Te sentabas algunas veces en la primera fila o en la segunda, muy seria, pero de vez en cuando brillaba tu sonrisa. Recuerdo que te decía: ‘¡Saca tu calculadora y apachúrrale!’, y me volteabas a ver con una pequeña sonrisa”.

En tanto, en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS) de la UNAM, la solidaridad se transformó en acción. La profesora de asignatura Karen Cuevas relató que, apenas se conoció la magnitud de la tragedia, comenzó un movimiento espontáneo entre la comunidad para reunir víveres, insumos médicos y apoyos para las familias de los damnificados.

La académica dijo a La Razón que lo que inició como un pequeño llamado en redes sociales pronto se convirtió en una red de apoyo estudiantil.

“Hubo colectivos que hicieron hasta 100 tortas en menos de 40 minutos. Ellos mismos consiguieron transporte, pagaron viajes de aplicación y llegaron hasta hospitales como Zaragoza, Magdalena de las Salinas y Rubén Leñero”, añadió.