Repaso por novelas y guiones para películas

Guillermo Arriaga: Uno sale del barrio, pero el barrio no sale de uno

El escritor comparte a La Razón lo que ha encontrado en la calle: violencia, solidaridad y amigos; señala que suele llevar a sus personajes al límite, porque él es una persona de extremos

El autor, en una foto de 2017 en Guadalajara.
El autor, en una foto de 2017 en Guadalajara. Foto›Mariana MHL/FIL Guadalajara

El escritor mexicano Guillermo Arriaga creció en la Unidad Modelo, en Iztapalapa, un barrio que le dio una perspectiva distinta de la vida y que le brindó aprendizajes que no se encuentran en la escuela o en otros sitios, porque, como bien lo señala, “la calle te da una lectura muy rápida de cómo está la cosa” y “mides el peligro”. Las experiencias que presenció, le contaron o vivió ahí las ha trasladado a diversas novelas, desde El salvaje hasta Salvar el fuego y el libro de cuentos Retorno 201. Además del guion de la película Amores perros, dirigida por Alejandro González Iñárritu.

“La calle no se sale. Uno sale del barrio, pero el barrio no sale de uno, de entrada. Por más que uno vaya teniendo otras experiencias, al final la calle nos sigue atravesando. La calle es la calle”, afirma a La Razón el escritor Guillermo Arriaga, quien considera que, además de mucha calle, le gustaría tener “monte, porque no cualquiera lo tiene”.

  • EL Dato: Guillermo Arriaga también escribió los guiones de 21 gramos, Babel, Los tres entierros de Melquiades Estrada y The Burning Plain.

El también autor de El hombre comparte que en la ferocidad de la calle no sólo se ha encontrado con violencia, como cuando llegaban a golpearlo, sino solidaridad y un sentido especial de la amistad.

“En la calle hay cosas que pasan. Te topas con violencia, con solidaridad, con amigos muy buenos, con entender ciertos códigos de jerarquías, de territorios, de muchas cosas que incluso tienen que ver con los animales. Eso es parte de lo que la calle te da. Saber cuándo te van a robar. Si tienes calle, dices: ‘Ese güey viene ahí, está raro, vamos a darle la vuelta antes de que me chingue’”, señala Guillermo Arriaga.

Lo que vivió en la Unidad Modelo lo ha hecho un experto en retratar la violencia y la crueldad que se puede vivir en la Ciudad de México. En El salvaje, por ejemplo, narra la historia de un joven huérfano de 17 años que experimenta la más completa soledad cuando asesinan a su hermano, por lo que planea vengarse de los asesinos; sin embargo, en el camino encuentra el amor. A la par, está la historia de un capitán que en las estepas y montañas heladas del Yukón se ve arrastrado por una obsesión que lo llevará al límite.

Mientras que en Salvar el fuego sigue la vida de una coreógrafa casada y con tres hijos que tiene un amor apasionado con un reo que conoce en prisión. En estos mundos que se entrecruzan, Guillermo Arriaga muestra las paradojas del país y las contradicciones del amor.

El escritor comparte que siempre lleva al límite a los personajes de sus historias, porque él mismo se autodefine como alguien de extremos.

“Soy una persona de extremos, me meto en lugares en los que nadie se mete. Cada vez lo hago menos, porque la edad ya no me permite. Mi cuerpo ha sufrido los extremos. No me he metido ningún tipo de droga, nunca he estado borracho. Pero, por ejemplo, una vez como cazador me metí en una laguna a cuatro grados bajo cero a tratar de llegar a donde estaba el pasadero de los gansos. Terminé con hipotermia. Me empezó a doler la cabeza, empecé a vomitar. Mis amigos no se meten en esas cosas. Ni caminan lo que yo he caminado, ni se trepan a donde me he trepado”, comenta.

Va a los extremos, no porque se lo proponga, sino porque no sabe medir el peligro. “Parte de los límites intelectuales del déficit de atención es que no mides el peligro. Cuando no se mide el peligro, se cometen barbaridades. Desde niño no lo mido”, confiesa Guillermo Arriaga, quien señala que, a pesar del éxito que han tenido sus libros y guiones de filmes, nunca dice “ya la hice”. Nunca ha perdido el piso y por eso cuando ve en redes sociales que alguien escribe algo como “acabo de leer El hombre de Guillermo Arriaga, guarden este tuit porque ganará el Nobel de Literatura”, lo toma con precaución.

“Tomo estos comentarios con mucho cariño y cautela, porque tanto los elogios como las críticas negativas las tienes que tomar con mucha calma. Agradezco que gente crea que me puedo ganar el Nobel. Lo agradezco de corazón, pero no me la creo. Esto no se cree hasta que es; lo demás es puro barullo. Lo peor que te puede pasar al escribir es perder el piso, porque ahí se acaba todo”, dice.

Finalmente, Guillermo Arriaga habla de las intenciones de reescribir obras como las de Agatha Christie o Roald Dahl para eliminar el lenguaje que ahora se considera ofensivo. ¿Qué opina de esta situación?, se le pregunta, y responde: “¿Lo digo en términos callejeros o intelectuales?” —en ambos, se le contesta— “En términos callejeros es una mamada. En intelectuales, ¿cómo vas a juzgar lo que acabo de decir? Yo no puedo juzgar mi propia obra ahorita, porque la hizo otra persona. Toda moralidad es tóxica. Mi generación se la pasó peleando contra toda esta moralidad. Ya que la vencimos, ahora llega una nueva generación a decir, ‘Se tienen que portar así, no pueden hablar así’”.

Y luego se le pregunta: ¿Qué pasaría si en algún momento hubiera intentos de modificar sus libros? “Prefiero que los quemen a que los cambien”, responde el escritor.