Una fábula fantástica de Fernando Navarro

Crisálida, una fábula fantástica de Fernando Navarro

El escritor y guionista español Fernando Navarro (Granada, 1980), dos veces nominado a los Premios Goya y reconocido por su libro de relatos Malaventura (2022) como Mejor Autor Revelación en los Premios de Literatura Vanity Fair by Openbank 2023, publica ahora su primera novela Crisálida, una historia de folk horror, oscura y retorcida, que narra el abandono y desamparo infantil. La editorial Impedimenta nos permite adelantar un fragmento de este relato.

Crisálida, una fábula fantástica de Fernando Navarro
Crisálida, una fábula fantástica de Fernando Navarro Foto: Especial

EL SANATORIO Y LA ENREDADERA

1

Despierta niña despierta, escucho la voz grave del Capitán, y entonces despierto y me envuelve la niebla de los bosques donde me mataron cuando yo tenía doce años y no tenía nombre porque de niña no tuve nombre porque mi padre, al que llamábamos el Capitán, no nos puso nombre a ninguno.

No puede ser su voz porque él nunca me llamó niña o dijo niña o mi vida o criaturica o bebé o nena o mi dulce o mi amor, ni pensó que yo fuera una niña porque ya no lo éramos, no éramos niños, éramos sus soldados, sus juguetes, sus esclavos, susdiscípulos, sus muñecos. No puede ser su voz porque anda perdido arriba en las tierras altas, seco como una rama y se lo están comiendo los gusanos y revolotean las alúas en el aire y algunas mariposas han venido a verlo y la tierra lo agarró y tiró de él, con fuerza, para dentro, quédate conmigo Capitán, y ya no se movió y se fue pudriendo y no, esa no puede ser su voz porque los fantasmas no hablan.

2

TENGO LA CARA EMPAPÁ. No sé si son lágrimas o lluvia o rocío o sudor y al encender la lámpara me acuerdo de dónde estoy. Sigo en este sanatorio rodeada de camas en las que duermen otros loquitos y algunos roncan por la noche. No sé cuánto llevo aquí ni qué hago aquí ni quién me trajo aquí y no quiero estar aquí. Aquí todo tiene el mismo color: el metal del cabecero de la cama y las sábanas, las paredes y los uniformes de las enfermeras. Es del color de la resina o del hueso, un amarillo apagao que es también el color de mis sueños aunque nunca sé si estoy despierta o estoy dormida o cuándo es de día o cuándo es de noche y no sé cuándo no sé quién no sé cómo me quitaron la ropa que estaba pegada a todas mis heridas pero era mi ropa y no deberían habérmela quitado porque era mía y olía a sierra, a nieve, a mi sangre y sobre todo a la sangre de mis hermanicos y por mucho que les pedí que me la devolvieran no me la devolvieron y me dicen que la han quemao y no sé por qué han quemao mi ropa y me han dado un pijama feo y el pijama me picaba y luego me han dado una bata más fea que el pijama para que la lleve por encima porque hace frío y yo me quiero quitar el pijama y la bata yquedarme desnuda y para que no lo ha-ga me dan un camisón más fino, blanco, y no me quejo porque me dicen que el camisón lo ha traído una enfermera para mí, que era suyo y ahora es mío.

Me duele el pecho al respirar, debajo del camisón tengo la piel llena de heridas, de marcas, y escucho la carcoma comerse el edificio y la escucho avanzar por las venas del sanatorio igual que entra la enredadera en esta habitación grande llena de camas, aprovecha la enredadera las grietas de las paredes como las raíces de los árboles levantan el suelo. La naturaleza se abre paso, decía el Capitán.

Dónde están mis hermanos, niños perdidos en un bosque, dormidos bien pegaos en unas jarapas sucias dentro de una furgoneta arrumbiá. O tirados al sol sin camiseta, despecheretaos, los vaqueros medio rotos, las uñas largas sucias.

Todo el sanatorio está medio derruido, las paredes llenas de desconchones y agujeros, se escuchan las goteras y los cristales tienen una capa de mierda gruesa porque nadie los limpia y la lámpara de la mesita no es una lámpara es una luciérnaga. Una luciérnaga gigante que ilumina todo el bosque y los troncos grandes de las secuoyas. Al clavar las uñas en el colchón, porque me duele todo el cuerpo y no sé qué hacer, también clavo las uñas en el barro y hundo las manos en la nieve y me envuelve la neblina de la sierra. Entonces veo la linterna del Capitán yendo y viniendo por el bosque y en la luz de la linterna asoman los helechos. Queda un poco de aguanieve sucia a medio derretir y tengo agujas de hielo en las pestañas y hay hojas secas y cáscaras de frutos mordidos por un herrerillo y me toco la cara, empapá por las lágrimas o la lluvia o el rocío, y de los radiadores debajo de las ventanas sale un sonido que parece un animal que gruñe y no es un radiador lo que hay debajo de la ventana: es un jabalí que guarrea mientras me mira.

Dónde están mis hermanos, niños perdidos en un bosque, dormidos bien pegaos en unas jarapas sucias dentro de una furgoneta arrumbiá. O tirados al sol sin camiseta, despecheretaos, los vaqueros medio rotos, las uñas largas sucias. Huelen a lo que huele la tierra. Llevan el pelo largo y enredao y son rubillos mis hermanos y yo tengo el pelo más rojo que ellos. Dóndeestán mis hermanos y qué flores salen del pelo de mi madre a la que llamábamos Madreselva y las lombrices enredás en mis dedos son mis dedos, y otra vez estoy a los pies de aquella montaña que llamábamos la Montaña del Tigre. Para él éramos dibujos en una hoja de papel o mejor: muñecos. Éramos muñecos hechos con ramas y hojas o con recortes de tela vieja. Como los cristobicas de las funciones del colegio, él nos movía como si fuera un dios porque siempre pensó que era un profeta un santo un elegido y por eso lo llamábamos el Capitán.

Nuestro jefe. Nuestro amo. Papá Ceniza. Papá Niebla. Papá Dios. Papá Abismo, que un día encerró a sus hijos entre secuoyas perdidas y del que nunca se volvió a saber nada y yo me arrastro por la nieve sucia y dejo un reguero de sangre en el que puede leerse ayuda, que alguien me ayude ayuda ayudadme, que soy Nada, la niña sin nombre.