Durante el siglo XIX, la medicina sufrió una transformación drástica. El desarrollo del microscopio permitió el análisis de los tejidos en piezas de autopsia: el cadáver fue examinado en todos sus detalles para rastrear las causas de nuestra mortalidad. En el caso de los trastornos de la memoria, se realizaron observaciones que dejaron muy atrás las concepciones de Aristóteles, Galeno y Avicena. Por primera vez se hicieron registros detallados acerca de la amnesia que es un problema existente en todas las sociedades, y puede causar un profunda angustia existencial. Así lo expresó Buñuel en Mi último suspiro:
Siento viva inquietud y hasta angustia cuando no consigo recordar un hecho reciente que he vivido o el nombre de una persona conocida en los últimos meses, o incluso de un objeto. De pronto, toda mi personalidad se desmorona, se desarticula. Soy incapaz de pensar en otra cosa, por más que todos mis esfuerzos y rabietas son inútiles. ¿Será esto el comienzo de la desaparición total?
Si deseamos conocer los casos paradigmáticos de amnesia aguda y crónica, debemos viajar al imperio ruso de los Romanov. Serguei Korsakoff nació en 1854, al oriente de Moscú. Se formó como neurólogo y psiquiatra. Trabajó con las grandes figuras de la época —Charcot, Meynert, Westphal y Kraepelin— y entre 1887 y 1889 describió pacientes que desarrollaban alteraciones de la memoria anterógrada (no podían formar nuevos recuerdos) y en menor medida, amnesia retrógrada (habían olvidado eventos anteriores al inicio del trastorno). Pero los pacientes tenían otras características llamativas: no era conscientes de sus problemas de memoria, los negaban completamente y se mostraban incluso optimistas, despreocupados… falsificaban el pasado y presentaban recuerdos falsos al hacerles preguntas específicas. Las respuestas falsas podían ser inverosímiles y extravagantes, como si fueran delirios. Pienso otra vez en Buñuel cuando dice que “la memoria, indispensable y portentosa, es también frágil y vulnerable. No está amenazada sólo por el olvido, su viejo enemigo, sino también por los falsos recuerdos que van invadiéndola día tras día”.
KORSAKOFF USÓ EL TÉRMINO “PSEUDOMEMORIAS” para referirse a estas narraciones volátiles que tomaban la forma de una falsa evocación. A diferencia de los delirios, los contenidos de la pseudomemoria eran inestables y cambiantes. Algunos años después, el término “confabulación” fue usado por Karl Wernicke, Arnold Pick y Emil Kraepelin —los protagonistas de la neuropsiquiatría— para designar este síntoma. En alguna ocasión, mientras caminábamos hacia lo alto de un monte tropical en el centro de México, rumbo a la pirámide del Tepozteco, pregunté a Jordi Peña Casanova qué término era mejor: “confabulación” o simplemente “fabulación”. El gran neuropsicólogo catalán me respondió que el término “fabulación” es más exacto. Pero los hábitos verbales de la comunidad médica y psicológica son difíciles de cambiar.
Magnus Huss —el médico sueco que introdujo en 1849 el término “alcoholismo”— observó una relación entre el abuso crónico del alcohol y el deterioro de la memoria. Korsakoff usó esta pista y estudió pacientes alcohólicos, pero también casos de amnesia por infecciones como el tifo, la tuberculosis o la fiebre puerperal, o por intoxicaciones tras la exposición al arsénico y al monóxido de carbono. La configuración de los síntomas era dramática, afectaba también la visión y la coordinación muscular. El término usado por el neuropsiquiatra ruso para describir este patrón clínico fue “psicosis polineurítica”.
En palabras de Korsakoff, en la fase aguda:
El paciente no puede liberarse de pensamientos obsesivos; espera que ocurra algo terrible: ya sea la muerte, algún tipo de convulsión, o algo que desconoce; tiene miedo de estar solo, llama a personas para que permanezcan a su lado, gime y lamenta su destino. La agitación es especialmente intensa por la noche; los pacientes suelen dormir muy poco y perturban el sueño de otros; llaman constantemente pidiendo ayuda y exigen que alguien esté con ellos.
Si el paciente sobrevive, puede recuperar la calma durante la etapa subaguda, y con frecuencia desarrolla cierta indiferencia, aun cuando la perturbación de la memoria es severa.
Korsakoff observó que el alcoholismo era solamente una de las condiciones que podían conducir a la psicosis polineurítica, junto a problemas como las infecciones, las intoxicaciones o la desnutrición. De manera más específica, señaló la relación entre la amnesia anterógrada y el síndrome conocido como beriberi. Es bien sabido que un subtipo de esta enfermedad (el beriberi seco) afecta el sistema nervioso periférico y central. Esto nos lleva a un nuevo escenario.
KORSAKOFF OBSERVÓ QUE EL ALCOHOLISMO ERA SOLAMENTE UNA DE LAS CONDICIONES QUE PODÍAN CONDUCIR A LA PSICOSIS POLINEURÍTICA
EN EL SIGLO XIX, MUCHOS HABITANTES de las colonias holandesas de Indonesia desarrollaron estados de beriberi, con manifestaciones clínicas semejantes a la amnesia de Korsakoff. Esto puso en riesgo la operación colonial. Christiaan Eijkman, un médico militar holandés, observó que algunos animales de laboratorio (pollos) habían desarrollado beriberi. Pero luego habían mejorado inexplicablemente. El doctor Eijkman rastreó esa pista. La investigación reveló lo siguiente: cuando los animales recibían solamente arroz blanco cocido, desarrollaban beriberi. Sin embargo, un cocinero nuevo había cambiado la dieta de los pollos: en vez del arroz blanco, les dio el arroz integral local, por motivos económicos. Le parecía un desperdicio dar a los animales el arroz blanco preferido por los holandeses, más costoso. Tras algunos experimentos, el doctor Eijkman concluyó que el beriberi no era causado por el arroz blanco, sino por la carencia de algo que estaba presente en el arroz integral, y que se removía al eliminar la cáscara de color marrón. La cáscara se removía tan sólo por preferencias coloniales… el impacto de este proceso se esclareció unos años después. Un fisiólogo polaco, Casimir Funk, aisló la sustancia que estaba presente en la cáscara marrón del arroz integral, la cual curaba el beriberi en las aves. Y en 1936 se sintetizó la tiamina, es decir, la vitamina B1. Una extensa y multifacética investigación mostró la cadena causal completa: el alcoholismo conduce a estados de desnutrición, y suele haber una deficiencia de tiamina, lo cual daña la sustancia blanca cerebral en circuitos relacionados de manera específica con la memoria. Christiaan Eijkman ganó el Premio Nobel por este peculiar asunto que enlaza a la amnesia, el alcoholismo y la nutrición.
Serguei Korsakoff murió en 1900, a los 46 años, antes de que se descubrieran las causas del síndrome que lleva su nombre. Pero su disposición para la observación clínica atenta y cuidadosa inició el proceso que llevó a un descubrimiento científico revolucionario, y por eso su legado permanece en el museo de la medicina cada vez que hablamos acerca de la “psicosis de Korsakoff”.


