Diversa Cultural

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Mensaje a los poetas
Mensaje a los poetas ı Foto: Especial

MENSAJE A LOS POETAS

Obedezcamos a la vida, y el Espíritu de Vida que nos llama a ser poetas, y cosecharemos muchos frutos nuevos de que el mundo tiene hambre: frutos de esperanza que nunca se habían visto. Con esos frutos calmaremos los resentimientos y la cólera del hombre.

Tengamos el orgullo de no ser curanderos, sino sólo hombres corrientes.

Tengamos el orgullo de no ser expertos en nada.

Tengamos el orgullo de las palabras que no se nos dan para nada; no para enseñar a nadie, no para refutar a nadie, no para demostrar que nadie sea absurdo, sino para señalar, más allá de todos los objetos, el silencio donde no se puede decir nada.

No somos persuasores. Somos los hijos de lo Desconocido. Somos los ministros del silencio que se necesita para curar a todas las víctimas del absurdo que agonizan de alegría artificial. Entonces reconozcámonos como quienes somos: derviches locos de un secreto amor terapéutico que no puede comprarse ni venderse, y que los políticos temen más que la revolución violenta, pues la violencia no cambia nada, y el amor lo cambia todo.

[…] digamos “sí” a nuestra nobleza abrazando la inseguridad y la abyección que lleva consigo una existencia de derviche.

Thomas Merton, Incursiones en lo indecible, trad. José María Valverde, Pomaire, 1967.

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IBARGÜENGOITIA Y ROSARIO CASTELLANOS

Cuando la conocí estaba parada en una de las escaleritas que había en el patio de Mascarones. Era gran amiga de una amiga mía. Ella era poetisa y acababa de regresar de España. Yo empezaba a estudiar letras, procedente de la Escuela de Ingeniería y del rancho de San Roque. Estaba dispuesto a que me cayera mal, pero no fue así. Su conversación me dejó asombrado. No me acuerdo qué dijo, pero sí que me pareció inteligentísima.

—Yo, a esta mujer —le dije a nuestra amiga común— no puedo tratarla más que en pequeñas dosis, porque me fatiga. Piensa demasiado rápido.

La última vez que estuve con ella un rato, hace ya algunos años, pero casi veinte después de nuestro primer encuentro, me volvió a encantar su conversación. Me pareció inteligente, irónica y graciosísima.

Hablando, expresaba un aspecto de su personalidad que yo, cuando menos, no encuentro reflejado en sus obras.

Una tarde me la encontré en la esquina de Balderas y Juárez.

—Te vendo un rancho — me dijo. Como sabía que yo había sido agricultor, creía que yo podía saber quién se podía interesar por un rancho.

—¿En cuánto? —le pregunté.

—Lo usual —me contestó.

Nos reímos mucho. Era evidente que ninguno de los dos teníamos idea de cuánto podía costar un rancho en Chiapas. Fuimos al Sanborns de Madero y yo apunté en una servilleta cuántas vacas y cuántas hectáreas había en el rancho. Durante dos o tres años, que la veía de vez en cuando, teníamos ese chiste particular —el de decir “lo usual” cada vez que no sabíamos algo—.

Jorge Ibargüengoitia, Misterios de la vida diaria, Joaquín Mortiz, 2025.

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Hogar
Hogar ı Foto: Especial

HOGAR

Creo que mi tía salvó mi cordura y mi vida de una manera muy importante y decisiva durante el periodo más letal de mi vida, entre los seis y los nueve años, cuando mis padres me “enviaron” a una escuela que parecía una cárcel. La influencia y el simbolismo de este “abandono” y este “encarcelamiento” han dominado gran parte de mi vida (inconsciente), quizá de forma creativa y destructiva. En aquella época, en la que bordeé un estado casi autista, si no entré del todo en él, fue mi tía la única persona que se preocupó por mí y cuyo amor era práctico y se plasmaba en acciones. En particular, me abría, durante las vacaciones, su escuela, una escuela extraordinaria que ella había fundado y construido, desde el principio hasta el final, y que giraba en torno a los símbolos y las realidades del “hogar”, el “aire libre” […]. ¿Conoces esa hermosa definición de “hogar” que cita Auden? “El hogar, como sabrás o no, es el único lugar en el que entras y sales. Hay lugares a los que no puedes entrar y lugares de los que no puedes salir; pero el único lugar, si lo encuentras, donde puedes salir y entrar a la vez, ese el hogar”.

Oliver Sacks, “Carta a F. Robert Rodman”, Cartas, edición de Kate Edgar, trad. Damià Alou, Anagrama, 2025.

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Maimónides y la palabra
Maimónides y la palabra ı Foto: Especial

MAIMÓNIDES y LA PALABRA

Una de las diferencias fundamentales entre la cultura occidental y el judaísmo parte del significado de “palabra”. Onoma para los griegos es sinónimo de “nombre”, mientras que en hebreo davar no es sólo “palabra” sino también “cosa”. Esta unión entre palabra y cosa, habla y pensamiento, discurso y verdad, nunca existió en la cultura griega. Y de ahí proviene el gran abismo entre ambas culturas. El nombre, según el judaísmo, es el verdadero referente de la cosa, es su rasgo esencial, y no lo contrario, como en el helenismo. Por lo tanto, la palabra nunca será un signo arbitrario, sino que connota acción, suceso, materia, proceso. […]

Maimónides expone el pensamiento rabínico valiéndose de los aspectos multinterpretativos de la letra y la palabra. Afirma la capacidad de traslación de lo literal a lo metafórico y viceversa, por medio de “una tensión dialéctica en la que no se cancelan ni lo uno ni lo otro”. […] Maimónides, “teólogo de lo indecible” como lo denominaba Ramón Xirau, ahondó en el lenguaje desde sus aspectos gramaticales, lógicos y semánticos. Si bien el lenguaje hablado es útil para la sabiduría y el bienestar de las comunidades, el lenguaje interno es el apropiado para la religión y la filosofía.

Maimónides, Guía de los perplejos I, prol. Angelina Muñiz-Huberman, trad. León Dujovne, Conaculta, 2001.

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CONVIVIR CON OTRA INTELIGENCIA

La capacidad expresiva, los aciertos y los errores de una IA generativa no dependen sólo de su estructura de cómputo, sino de cómo nos vinculamos con ella.

Y esa relación admite matices muy variados. A veces, la ponemos espontáneamente en el lugar de un dios, por ejemplo, en algunos artículos soporíferos titulados: “La IA determina quién es el mejor jugador de la historia” o “La IA dice cuáles son los diez libros más importantes” en las que se le pide que llegue a conclusiones sobre temas que nosotros no podemos resolver. Otras veces, nos irritamos cuando falla y a la vez celebramos sus errores, como si la falla de

la máquina exaltase el valor de lo humano. Esto es lo irónico: los que más demonizan la IA lo hacen porque esperan, en cierta medida, que se comporte como un dios.

En esa pretensión de verla como un semidios, en ocasiones se pone el listón increíblemente alto. Por ejemplo, pidiéndole que escriba un poema al estilo de León Felipe, para luego reaccionar con desdén cuando el resultado deja bastante que desear. Lo cierto es que lo mismo ocurrirá si le pedimos a cualquier persona, aunque sean buenos poetas, el mismo ejercicio. Y lo cierto también es que hoy GPT escribe mejor que la gran mayoría de la gente. No escribe como Haruki Murakami, ni como Doris Lessing, pero su escritura, con algunos matices de estilo que sin duda se resolverían muy pronto, es bastante digna.

Mariano Sigman y Santiago Bilinkis, Artificial. La nueva inteligencia y el contorno de lo humano, Debate, 2025.

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Evitar la hostilidad
Evitar la hostilidad ı Foto: Especial

EVITAR LA HOSTILIDAD

Pensar en la sensibilidad ajena es estar seguro de no actuar. No hay acción, por pequeña que sea —y cuanto más importante, más cierto es esto—, que no hiera a otra alma, que no ofenda a nadie, que no contenga elementos de los que, si tenemos corazón, no nos tengamos que arrepentir. Muchas veces he pensado que la filosofía real del eremita acaso consistiera antes en evitar ser hostil, por el simple hecho de vivir, que en tener cualquier pensamiento directamente relacionado con aislarse.

Fernando Pessoa, La educación del estoico, trad. Roser Vilagrassa, Acantilado, 2005.