The Wall: un grito desesperado de Pink Floyd

Foto: Felipe López Veneroni. Especial.

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México.- Hace 35 años, las tornamesas británicas comenzaron a tocar las 26 canciones que integran el famoso disco The Wall de la mítica banda británica, Pink Floyd. Al respecto, el doctor en Teoría Política y Social de la Universidad de Cambrige, Felipe López Veneroni, quien, desde su niñez es admirador de Pink Floyd, habla con La Razón sobre álbum este ya clásico del rock.

Por favor háblenos acerca de la psicodelia (relacionada con Pink Floyd) devenida en la crítica socio-política

Pink Floyd surge a mediados de la década de los años 60, justo en medio de esa explosión contracultural encabezada por los jóvenes de buena parte del mundo occidental. En Gran Bretaña y Estados Unidos este movimiento estuvo cruzado por varias influencias: musicales (el redescubrimiento del Folk y la adaptación blanca al rythm & blues negro, seguido del rock crecientemente pesado y/o experimental); políticas (la protesta contra la guerra de Vietnam y, en general, el descontento con un sistema sumamente jerarquizado y anquilosado; los asesinatos de los Kennedy y de Martin Luther King, los movimientos estudiantiles de protesta, etcétera); estéticas (Andy Warhol, la literatura de la onda, el teatro improvisado o “happenings” y “performances”, los conciertos de rock); y culturales (el desarrollo de la píldora anticonceptiva, la gradual masificación de drogas orgánicas—marihuana, peyote, hongos—y sintéticas—el LSD en particular—, la minifalda, el cabello largo en los hombres, la libertad sexual, la producción intelectual de autores como Marcuse, Carlos Castañeda, Dylan Thomas, entre otros).

Con frecuencia, las manifestaciones de descontento con el orden y las estructuras sociales y la experimentación musical y los alucinógenos hicieron que el carácter sociocultural de la protesta adquiriera matices políticos: no sólo se estaba contra el orden familiar tradicional, sino, en general, contra el “sistema”; contra el “establishment”. Para muchos jóvenes el universo emocional que abrió el uso de alucinógenos (en buena medida auspiciado por los tratamientos experimentales de Timothy Leary, en la Universidad de Harvard y por su uso extensivo en tratamientos psiquiátricos en Gran Bretaña) llevó a plantear la posibilidad de construir un nuevo orden —más humano y comunitario (las comunas hippies)— orientado a romper con las estructuras tradicionales de la política y a cuestionar el Poder como una forma no de orden y organización política, sino como ejercicio de sumisión, control y represión social.

Se planteó la posibilidad (utópica) de fundar una contracultura basada en la expansión de la mente a través de las drogas, el encuentro con el mundo oriental (la meditación y el hinduismo) y la experimentación sensorial en todos sus niveles: sexual, musical e incluso económico (el regreso al trueque, la ruptura con la idea del trabajo productivo formal, etcétera). El rock experimental fue, en buena medida, el nuevo lenguaje de este movimiento: un lenguaje propio, completamente distinto a los modelos tradicionales del discurso social vigente, privativo de los jóvenes (estar en onda, o “in”, frente a estar fuera de onda o “out”).

De los grupos más prominentes, en este sentido, por ejemplo el Jimmy Hendrix Experience o Jefferson Airplane, los Doors (nombre tomado de una obra de Aldous Huxley: The Doors of Perception, donde el intelectual británico narra sus experiencias con la mezcalina) o Country Joe and the Fish, Pink Floyd resultó uno de los más vanguardistas, experimentales y articulados. Su primer disco, un álbum doble, Umaguma, es todo un portento de experimentación acústica, con mucha electrónica, pero combinando ciertas influencias tradicionales, ambientadas naturalmente (como la maravillosa canción “Grantchester Meadows”, con un ritmo hipnótico, a base de guitarra acústica y con efectos de pájaros, moscos y agua en el fondo). Fue, junto al Sargent Pepper’s Lonely Hearts Club Band (Beatles, 1967), uno de los primeros discos conceptuales; es decir, no una colección de canciones individuales, sino una suerte de narrativa continua, unida por fragmentos relacionados entre sí, para generar la idea de algo nuevo, una suerte de acontecimiento semiótico de ese otro mundo posible.

De acuerdo con su materia de estudio, ¿cuál es la importancia del disco, la película y el concepto de The Wall? ¿Qué podría decirme acerca de este álbum y la crítica a las estructuras de poder?

The Wall es ya un disco conceptual tardío en la producción de Pink Floyd. Aparece cuando el grupo ya está bien posicionado en el mundo del rock “progresivo” o experimental; se había consolidado con una serie de propuestas que habían impresionado al mundo del rock. Simplemente Atom Heart Mother (1970) y Dark Side of the Moon (1973) habrían sido suficientes para garantizar a Pink Floyd un lugar en la historia del rock. Lo impresionante es precisamente eso: en vez de dormirse en sus laureles o repetirse en un mismo estilo, esta banda continuó experimentando con sonidos y temáticas diversos y produciendo álbumes (33Rpm o LP’s) cuyas portadas y diseños eran, en sí mismos, una propuesta completamente distinta a lo que existía en el mercado.

Cuando la mayoría de los grupos ya habían dejado atrás la llamada “onda psicodélica”, Pink Floyd se mantuvo dentro de esa corriente. Pero The Wall vino a constituir un parteaguas en todos sentidos. Una gran producción llena de imaginación, innovaciones y elementos que, en el contexto en el que surge, le dan una enorme proyección cultural y política.

No debe olvidarse que ese disco sale justamente cuando Margaret Thatcher y toda la lógica neoliberal del ejercicio férreo del poder y la liberación de un modelo económico basado en la competencia a muerte, llegan al poder en Gran Bretaña (otro tanto ocurre en Estados Unidos con Ronald Reagan). Todo el ánimo del disco nos habla de una juventud alienada, a un tiempo excluida de las demandas sociales, e incapaz de anteponer alternativas (por ejemplo, la canción "Confortably Numb") y sujeta a una tremenda presión institucional (educativa, política, cultural). De ahí el concepto del “Muro”. La sociedad que genera el modelo neoliberal es una sociedad desconectada de sí misma, encerrada en un muro, del cual cada uno sólo es un ladrillo más.

En muchos sentidos The Wall es un retrato de una doble caída: la de un modelo social deshumanizado, vuelto contra sí mismo a través de la competencia brutal (por ejemplo, la forma en que Thatcher deja que los mineros en huelga de hambre mueran; la desaparición de los beneficios sociales y de los sindicatos), pero también de la caída de ese espíritu de lucha, lúdico y rebelde de las movilizaciones juveniles de los años 60. Todo el disco parece decirnos: ya no hay alternativas, hemos topado con un muro, el sistema ganó la batalla.

¿Cuáles considera que fueron las repercusiones sociopolíticas que este álbum y el filme tuvieron en la sociedad británica y en el mundo?

Más un grito desesperado que una propuesta hacia un cambio, The Wall generó una especie de identificación entre amplios sectores de jóvenes que, en todo el mundo, precisamente se sentían marginados y sin alternativas. En el disco y la película encontraron una suerte de asidero: realmente Pink Floyd estaba hablando por ellos y a través de ellos. El concepto del disco no ofrece esperanza alguna, simplemente sugiere que tenemos que aguantar y resistir. Sin duda la canción “Another brick in the Wall” se convirtió en un himno crítico: no a la educación como forma de reproducción irracional y masificada de las estructuras de poder. Pero, al mismo tiempo, puesto que no existe otra salida hay que refugiarse en nuestro yo interno, adoptar una suerte de autismo, de auto-nulificación, para resistir los embates del sistema.

¿The Wall cambió algo en torno a la comunicación?

En buena medida es un intento de demostrar que si algo ha logrado hacer el sistema es eliminar el tacto y el contacto emotivos, la interacción dialógica. Como en la novela 1984, de George Orwell, The Wall advierte sobre la deshumanización, la falta de comunicación como elemento de control del sistema. El diálogo se ha erradicado de las claves del comportamiento social (por eso Pink, el personaje del filme, busca desesperadamente abrir un hueco, tumbar aunque sea un ladrillo para ver si hay alguien del otro lado, alguien más, alguien con quién poder comunicarse).

¿Cuáles serían los puntos clave de estas dos obras (disco y largometraje)?

Aquí es donde creo que está lo fundamental. Toda proporción guardada, el disco, como concepto, se une a una añeja tradición típicamente británica de desdén al poder y la autoridad. Desde que los barones se rebelan contra la monarquía en 1213 y obligan al rey Juan I de Inglaterra a firmar la Carta Magna (creando la primera forma de representación parlamentaria occidental) hasta la lucha contra los intentos de dominación absolutista de Napoleón y Hitler, pasando por la decapitación de Carlos II (Oliverio Cromwell y el intento de establecer una República británica en el Siglo XVII) y por pensadores como Thomas Hobbes, Adam Smith y John Stuart Mill, Inglaterra se ha caracterizado por contar con intelectuales críticos, contrarios a los totalitarismos.

En cierto sentido The Wall recupera un discurso y una tradición que se remontan a obras como Brave New World (traducida al español como Mundo Feliz, de Aldous Huxley, 1931) y 1984, así como Animal Farm (ambas de George Orwell, publicadas en los 40: por cierto, no en balde la referencia a éste en el disco de Pink Floyd Animals), en las que se busca denunciar los riesgos de un poder absoluto, la tendencia del sistema a constituirse como un orden por encima de las libertades individuales, de erradicar las formas humanas de interacción y mantener sometidas a las personas.

No hay debe olvidarse que los integrantes de Pink Floyd (o cuando menos Roger Waters, David Gilmour y, originalmente, Syd Barrett) se conocieron en la Universidad de Cambridge y es muy probable que muchas de sus producciones tengan influencia de las grandes obras críticas de la literatura inglesa y mundial. Incluso, en varios de sus discos se retrata un ambiente que recuerda, en mucho, ese aire de realidad absurda que dibuja Kafka (Wish you were here, por ejemplo).

Desde su perspectiva, ¿cuáles son las aportaciones de Pink Floyd y The Wall al cine y a la música?

Hay que señalar que ninguno de los integrantes de Pink Floyd es realmente un virtuoso de su instrumento. Puedo pensar en cuando menos 10 guitarristas, 10 tecladistas, 10 percusionistas y 10 bajistas, por no decir cantantes, muy superiores a cada uno de los integrantes de la banda. No obstante, como grupo son impresionantemente consistentes, armónicos y melodiosos. Logran un efecto de unidad que, acompañado con el diseño del disco y, después, con la producción cinematográfica, generan una totalidad muy bien lograda.

En ese sentido, puede decirse que logran “conectar” semánticamente su producción con la perspectiva de muchísimos jóvenes: establecen realmente un diálogo entre arte y sociedad que va mucho más allá de lo meramente espectacular. Así, creo que logran mantener vivo el espíritu crítico y analítico que se propuso una parte del rock de los 60.

¿Cuál es el impacto que aún podrían o siguen teniendo estas obras como efecto cultural y social?

Además de la innovación conceptual y estética que significaron en su momento, estas obras tienen un enorme valor testimonial. Dan cuenta de la energía y la capacidad crítico- generativa de una parte de la juventud inconforme tanto con los moldes sociales de su momento, como con las demandas de la industria discográfica. Al renunciar a componer “éxitos” efímeros, cancioncitas fáciles, de unos 3 minutos, baladas simplonas, muestran el enorme potencial creativo del rock que, más allá de un género de la música popular, ha ocupado un lugar como corriente estética y cultural del siglo XX.

Más que una moda, que un simple estilo de la cultura popular, la música de grupos como Pink Floyd constituye un discurso, articulado en torno de una multiplicidad de sintagmas visuales y acústicos que, a diferencia de las baladas comerciales y las modas efímeras, permanecen en el continuum cultural con una frescura, una fuerza y una capacidad de impacto que denotan un trabajo serio, consistente, original y creativo. Lo que finalmente nos dice es que la creatividad no tiene límites, que al menos una parte del rock es ya parte de las formas culturales arraigadas en el imaginario colectivo y que se conectan con una tradición cultural que, seguramente, tendrá una continuidad en el futuro.

¿Este disco es influencia para nuevos directores de cine y grupos de rock? Si es así, ¿como cuáles?

Debo reconocer, con cierta tristeza, que The Wall, sin perder su validez critica, también se ha convertido en una suerte de “ready made” (Duchamp), se ha institucionalizado como parte de una gira que, anualmente, lleva a cabo Roger Waters en diferentes partes del mundo. En cierto sentido —y es lógico— la creatividad encontró un alto y ahora se dedica a reproducir lo que, por otra parte, bien puede ser visto como concepto.

Por otra parte, el filme me da la impresión que recoge más influencias de otros directores (Orson Wells [The Citizen Kane] o Fritz Lang [Metropolis], por ejemplo) que proponer un nuevo lenguaje cinematográfico. En parte esa es una virtud: constituye un homenaje a un cine opuesto a la comercialización y goza de esa “unicidad”, ese “aura”, que tanto reclama Walter Benjamin para las auténticas obras de arte.

Y creo que esa es también una virtud de Pink Floyd. Es difícil de imitar. Personalmente no reconozco a ningún grupo que se le asemeje (a diferencia, por ejemplo, de Oasis que es prácticamente Lennon vuelto a nacer, o Tool, que es una suerte de continuación de King Crimson). Quizás haya ecos en grupos como Dream Theater o incluso en Radiohead, pero en realidad, Pink Floyd forma parte de un selecto número de grupos o artistas que se sostienen a sí mismos dentro del marco de una originalidad muy difícil de reproducir. Al igual que Jethro Tull, Yes, Emerson Lake & Palmer, Genesis o el propio Frank Zappa y sus diversas agrupaciones, la banda británica constituye una categoría en sí misma.

En algún momento me comentó que desde los 12 años escucha a esta banda, pero, ¿cuál fue su impresión al escuchar y ver The Wall?

En principio, de agradecimiento. Como dije, The Wall aparece en una época dominada por el regreso del autoritarismo político, la brutalidad económica y la banalidad estética (era la época del Disco). Muchos jóvenes de aquellos años —estaba en el último año de preparatoria cuando salió el álbum— casi habíamos dado por muerto el rock. Agradecíamos los trabajos altamente experimentales y técnicamente virtuosos de grupos como King Crimson, Yes y Genesis, pero en cierto sentido éstos estaban más allá del rock. El disco —que prácticamente coincide con el regreso de John Lennon—fue un atisbo de esperanza en el sentido que esa energía creativa y crítica de los 60 no se había perdido.

Me identifiqué con muchas de las estructuras melódicas, el concepto me encantó, la imaginación y la calidad con la que se plasmó en las grabaciones y en las imágenes me parecieron estupendas. Respiré, pues.

¿Cuál es su disco favorito de Pink Floyd y por qué?

A la fecha, el álbum más consistente, mejor estructurado, más acabado técnica, conceptual y creativamente, me sigue pareciendo Dark Side of the Moon, aunque no le hago el feo a Atom Heart Mother y su emblemática vaca pastando en la portada. Creo que El lado oscuro de la Luna no tiene desperdicio: no hay una sola parte del disco y del concepto que tengan alguna laguna, que denoten una improvisación o un relleno. Todo está cronométrica y musicalmente muy bien estructurado. Abre al escucha a la comprensión —muy ligada al surrealismo [a diferencia de The Wall, que prácticamente es hiperrealista]— de lo subconsciente, de ese otro lado donde no brilla la claridad. Toca a la puerta de ese loco que todos tenemos dentro y desborda en emociones y sensaciones que nos apremian a todos: el tiempo, la respiración, la desesperación de la rutina, el dinero. Y hay una frase que me parece estupenda y que no he olvidado desde que la escuché hace ya 40 años:

“And you run, and you run to catch up with the Sun, but it’s sinking. Racing around to come up behind you again. The Sun is the same in a relative way, but you’re older, shorter of breath and one day closer to death...” Y pues sí, en esas ando…

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