Sexta entrega de la saga

Destino Final: Lazos de sangre, 25 años de muerte anunciada en el cine y sigue

La nueva entrega de Destino Final explora los orígenes de su macabra premisa con un giro familiar y secuencias tan estilizadas como brutales

La sexta película de la franquicia homenajea su legado con estilo y brutalidad.
La sexta película de la franquicia homenajea su legado con estilo y brutalidad. Foto: IMDB

Después de cinco entregas, si algo ha quedado claro con respecto a la saga Destino Final iniciada por James Wong -El Único (2001)- en el 2000, es que aunque no tiene mucho para rascarle a sus historias y a la elaboración de sus personajes que por lo general obedecen a los estereotipos del cine de terror juvenil, su armado de muertes subsecuentes y tan intrincadas como sangrientas que, yendo y viniendo entre escuelas, parques de diversiones y carreteras, a veces se hace acompañar de la estridencia rockera con ímpetu a motor de auto generada por AC/DC; pocas veces decepciona como entretenimiento, y esta no es la excepción.

Ahora para Destino Final: Lazos de Sangre, la idea de una premonición que alerta a alguien de que junto con otras personas está a punto de perecer de manera terrible, provocando que salven sus vidas solo para luego ser perseguidos por una sádica manifestación de la muerte, es llevada hacia el pasado para vincular a la protagonista con su abuela, quien vivió la misma experiencia a finales de los 60s durante la inauguración de la Torre Restaurante Skyview.

Es a partir de ello que el entramado general de la película no solo consigue un ingrediente relativamente nuevo para la desesperada búsqueda de sobrevivencia que impulsa su línea argumental principal, sino además justificar con solidez la extensión de la saga en múltiples ramificaciones con las que las historias que hemos visto hasta ahora pueden o no estar directamente conectadas, pero lo que sí es seguro es que darán pie para otra buena cantidad de nuevas entregas de la misma.

De igual modo aprovechan lo anterior para desarrollar una minuciosa y espectacular secuencia donde el vértigo es parte de la sorpresiva brutalidad que hace tan disfrutable lo truculentamente anunciado de cada muerte, llevando el concepto a un estilizado escenario de época donde se viste con un aire de ensueño romántico para, irónicamente, conseguir cierta frescura. Es esto precisamente lo que compensa que luego disminuya un tanto la potencia de los desmembramientos, las decapitaciones, la trituración de huesos, músculos y similares, así como el retorcido sentido en la preparación, algo en lo que tiene mucho que ver el que no saben aprovechar el traslado de la acción a un entorno más bien doméstico de los suburbios estadounidenses.

Claro que para ese momento el agregado histórico a la premisa de origen cuyas reglas están muy bien establecidas y pese a que el refugio de la ya mencionada abuela raya en el cliché descarado, ya logró enganchar al espectador para con sólo cumplir con las suficientes dosis de muerte, sostenerse hasta un Destino Final que sin ser memorable, cumple y deja con la suficiente disposición para ver lo que vendrá a la hora de darle seguimiento a estos Lazos de sangre. Una película que además se convierte en el trabajo de despedida del actor Tony Todd -Candyman (1992), The Crow (1994)-, quien lamentablemente falleció hace algunos meses.

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