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El Conjuro 4: Últimos ritos, ¿Por qué vale la pena ver la nueva entrega de la saga?

La película está inspirada en el caso de la familia Smurl, quienes vivieron situaciones espeluznantes en su casa en Pensilvania

El Conjuro 4: Últimos ritos
El Conjuro 4: Últimos ritos Foto: Especial

Ya son nueve producciones de la franquicia El Conjuro, que ha deambulado entre spin offs y secuelas que van de regular a malas, como aquella excelente primera entrega dirigida en 2013 por James WanRápidos y Furiosos 7 (2015), Aquaman (2018)—. A lo largo de este tiempo ha consolidado un universo en el que, sin duda, el corazón siguen siendo hasta ahora sus dos personajes centrales interpretados por Patrick Wilson (Ed Warren) y Vera Farmiga (Lorraine Warren).

Si bien es cierto que en algún momento la temible muñeca Annabel les robó los reflectores a los protagonistas con producciones individuales más efectistas que efectivas, pero aún así muy populares, la constante dentro de la saga de El Conjuro es la convicción oficiosa con la que Patrick Wilson y Vera Farmiga se han mantenido, dándole así consistencia al matrimonio Warren, desde sus andanzas como investigadores de lo paranormal, supuestamente basadas en hechos reales, hasta una especie de mezcla entre romance y terror, como la que presentaron en la tercera parte.

En esta nueva entrega dirigida por Michael Chávez, un veterano de estas lides que aunque suma en su filmografía los fallidos títulos La maldición de La Llorona (2019) y El Conjuro 3: El Diablo me obligó a hacerlo (2021), esta vez consigue equilibrar el terror con el drama personal y de familia, cargado de ciertas dosis de nostalgia al tratarse de uno de los casos más notables que atendieron y documentaron los personajes en la realidad.

Dicho caso dio pie a un libro en 1986 y una película en 1991, pero ahora cierra la saga al menos como la conocemos hasta el momento, para hacer las introducciones que permitan darle continuidad al concepto.

El pulso intimista del desarrollo que busca conectar los procesos emocionales de los personajes saliendo del retiro, por más sencillos que estos sean, con la incertidumbre de la posesión demoniaca en una casona de Pensilvania, es poco arriesgada pero permite generar atmósferas lo suficientemente absorbentes para sostener el relato y generar algunos sobresaltos funcionales y ofrecer un cierre digno.

Vale la pena quedarse para ver los créditos finales y la correspondiente escena apuntando hacia donde habrá de dirigirse el siguiente Conjuro.

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