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Red Rocket: ¿Vale la pena ver la nueva película de Sean Baker?

"Red Rocket" se estrenó en cines; te decimos si vale la pena ver la nueva película de Sean Baker

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Red Rocket: ¿Vale la pena ver la nueva película de Sean Baker?Especial
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La sucia vivacidad con la que Sean Baker vistió la sordidez en su llamativa “Tangerine” (2015), entregando una estilizada exposición de los profundos vínculos que se establecen para sobrevivir a la marginalidad, con una mirada cinematográfica alimentada por la espontaneidad de los dispositivos celulares, que llena de frescura hasta los momentos más dramáticos, en “Red Rocket” es mesurada entre lo recargado de los escenas íntimas, por planos abiertos de los parajes industriales texanos que le llevan a coquetear con la ensoñación, elaborando así una irónica y despiadada variante de las historias de redención que el cine de pretensiones más comerciales ha idealizado.

Porque, aunque en “Red Rocket” todo detona con el clásico personaje caído en desgracia, y por lo mismo obligado a regresar a su lugar de origen, teniendo que verse nuevamente las caras con quien fuera su esposa, su suegra y otros conocidos de juventud; nada de ello está al servicio del reencuentro consigo mismo o de una reinterpretación del pasado para recontar el consabido aprendizaje.

En realidad, todo se relaciona con la doble intencionalidad, el egoísmo asumido y la manipulación normalizada que, en mayor o medida medida, muestra el lado más miserable de cada personaje, dejando apenas algunos atisbos de buenos sentimientos y cierta integridad, dígase el estoicismo y la fidelidad que se mantienen detrás de un carácter pusilánime, o el candor y la honestidad acompañan una adolescencia sin expectativas que dimensiona la pervertida naturaleza del sueño americano.

Esto último enmarcado por apuntes críticos a la política estadounidense exacerbada, vía fugaces visiones televisivas de la esperpéntica figura de Donald Trump.

Que el protagonista interpretado por el también modelo y rapero Simon Rex, sea un ex actor porno, es un agregado que permite tanto dar un vistazo lejos de los clichés y el puritanismo a dicha industria, como sustentar el descaro con el que se desenvuelve, jugando con el patetismo y él ridículo en escenas de humor donde no todos los chistes caen en tiempo, pero siempre apuntan la incomodidad.

Lo cual, aunado a la acertada falta de erotismo y glamour que hace sumamente mundanos los momentos de sexo, y pese a lo precipitado y un tanto incongruente de la toma de decisión que empuja el final, redondea una poco convencionales tragicomedia, cínica e inteligente, donde el también responsable de “Florida Project” (2017), sabe sacar provecho de la naturalidad que aporta la conjunción de actores de formación, con actores no profesionales, dando voz al alma de sectores sociales olvidados.

rc