La mayoría de los viajeros en esta temporada buscan destinos como mar, sol y algo que cambie la rutina, pero más allá del itinerario típico de playa, antros o zonas arqueológicas hay experiencias poco conocidas que esperan al visitante que está dispuesto a probar algo distinto. A veces no se trata de ir más lejos, sino de explorar de manera diferente los mismos lugares. Cada uno de estos destinos tiene su propia versión alternativa, donde la cultura, la historia y lo local se mezclan con lo inesperado. Esta temporada, más que una postal, busca una experiencia que no quepa en el itinerario típico, sino en la memoria de lo irrepetible.
Ciudad de México: Cuevas volcánicas y ruinas debajo del súper
La capital del país también puede ser un destino veraniego, sobre todo para quienes buscan historia y misterio en la misma dosis. Más allá de Chapultepec o el Centro Histórico, en la delegación Tlalpan se esconden las Cuevas de Xitle, un antiguo túnel volcánico formado por lava hace siglos, donde se pueden hacer recorridos con linterna en mano. Y para quienes gustan de lo insólito, el supermercado de la colonia Mixcoac guarda un secreto bajo sus pasillos: un basamento prehispánico visible desde el estacionamiento, parte de Cuahilama, que ha sobrevivido al concreto moderno.

Cancún: Buzos en el museo y tacos de marlín por kilo
Aunque muchos relacionan a Cancún con hoteles todo incluido y vida nocturna, debajo del agua se esconde una de sus joyas más inesperadas: el Museo Subacuático de Arte (MUSA), que exhibe más de 500 esculturas sumergidas que sólo se pueden apreciar buceando o haciendo esnórquel. Y si el apetito despierta después del chapuzón, el mercado de Puerto Juárez ofrece una curiosidad: tacos de marlín y caracol por kilo, al estilo local, donde se come de pie, entre hielo y aroma a mar.

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Puerto Vallarta: Avistamiento de luciérnagas y arte callejero
El malecón siempre es visita obligada, pero hay más allá del mar. Cada verano, los cerros que rodean Puerto Vallarta se llenan de luciérnagas que pueden observarse en caminatas nocturnas organizadas por guías locales. Esta actividad, más propia de bosques centrales, es posible también en la Sierra Madre jalisciense. Además, el arte urbano ha tomado barrios altos, como el Cerro del Vigía, donde decenas de grafitis hasta murales monumentales intervenidos por artistas nacionales convierten escaleras y fachadas en una galería al aire libre, que refleja la identidad y el espíritu costero, muy lejos del bullicio del centro.

Playa del Carmen: Cenote musical y taller de cacao
En vez del típico tour a Xcaret o la Quinta Avenida, Playa del Carmen guarda experiencias más íntimas y profundas. Uno de sus cenotes menos conocidos, el Cenote Cristalino, organiza durante el verano conciertos acústicos subterráneos, donde el eco de la guitarra o el canto resuena entre estalactitas y agua cristalina. También, en las afueras de la ciudad, algunas cooperativas de mujeres mayas ofrecen talleres de cacao donde se aprende a moler, fermentar y preparar chocolate tradicional.

Mazatlán: Tour en bici por el cementerio y comida de “pichón”
En Mazatlán, el calor no impide pedalear. Uno de los recorridos más inusuales es el que se hace en bici a través del Panteón Municipal, un cementerio con arquitectura gótica y tumbas de marinos, poetas y revolucionarios, donde guías locales cuentan leyendas del puerto al atardecer. En cuanto a lo gastronómico, más allá del ceviche, se puede probar el “pichón”, una especie de tamal redondo y caldoso, típico de la región, que sólo se encuentra en puestos familiares durante el verano, sobre todo en colonias populares como Urías o la Benito Juárez.


