La sesión del Inai de ayer, se había señalado que sería la última, fue el reflejo de una penosa agonía del que fuera el organismo autónomo garante de la transparencia. Eso fue lo que menos hubo en su último suspiro, pues sus cuatro integrantes sesionaron en privado, sin transmisión en vivo y sin poder ofrecer una respuesta a los trabajadores, quienes quedaron al garete, al extinguirse su fuente laboral. Hay quien recomienda que, a partir de ahora, más allá de seguir lamentando o no la desaparición del Inai, la atención se debe centrar en la vigilancia de que siga funcionando, como lo prometió el Gobierno federal, la plataforma nacional de transparencia, que alberga 15 mil 400 millones de registros contenidos en 75 terabytes de información. Pero, sobre todo, nos recomiendan poner la lupa en los estados, pues ciertos gobernadores, que no se han caracterizado por su transparencia, aprovecharán la desaparición de los órganos similares al Inai para seguir ocultando la información. Veremos.

