La Iglesia católica hizo un llamado a orar por la paz en México y el mundo para desactivar la violencia, además de evitar sembrar odio, herir con juicios o ser intolerantes, pues, dijo, rezar no es un gesto pasivo ni ingenuo, sino que transforma el corazón para ser “artesanos de reconciliación”.
En su editorial del semanario Desde la Fe, la Arquidiócesis Primada de México destacó que cuando hay oración, no es una repetición vacía ni una fórmula mágica, sino que dejamos que Dios ilumine nuestras sombras, su paz serene las inquietudes y su amor sane nuestras heridas.

“Recordemos que la violencia no comienza con las armas: empieza en las palabras ásperas, en los juicios que condenan, en la intolerancia que levanta muros en lugar de tender puentes. La paz, en cambio, nace cuando decidimos cuidar lo que decimos, cuando evitamos sembrar odio en las conversaciones, cuando aprendemos a callar antes de herir”, indicó.

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La jerarquía católica enfatizó que, si queremos un mundo distinto, la oración debe empezar por los hogares, pues la primera escuela de paz es la familia, donde allí se aprende a escuchar, pedir perdón, compartir y respetar las diferencias. Un hogar donde se ora y dialoga es un espacio que desactiva la violencia y siembra esperanza, puntualizó.
“Por eso, no podemos dejar de orar por la paz. La oración se convierte en un acto de resistencia y esperanza. Rezar por la paz no es un gesto pasivo ni ingenuo: es confiar en que Dios actúa en la historia y que, al mismo tiempo, transforma nuestro corazón para que seamos artesanos de reconciliación”, recalcó.
La Arquidiócesis citó las palabras del Papa León XIV: “La paz no es una utopía espiritual: es un camino humilde, hecho de gestos cotidianos, que entrelaza paciencia y coraje, escucha y acción. Y que requiere nuestra presencia vigilante y generosa”.

Aseveró que la oración no se queda en el templo ni en lo íntimo de nuestra habitación, sino que nos impulsa a actuar, y quien ora de verdad por la paz, aprende a construirla en lo concreto de la vida diaria.
“Ese es el camino que puede hacer la diferencia: orar cada día para que el Señor nos conceda un corazón pacificado, y vivir cada jornada como ocasión para sembrar reconciliación. La oración nos recuerda que la paz no es solo ausencia de guerra, sino plenitud de vida, fraternidad y justicia”, añadió.
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