¡Daniel, está temblando! Así comenzó todo. Un grito de mi padre me despertó. Eran las 07:19 de la mañana de aquel duro e inolvidable jueves 19 de septiembre de 1985.

Vivíamos en un viejo departamento de la calle Carlos J. Meneses, en la colonia Guerrero. Esa mañana, tras el fuerte movimiento, me asomé a la ventana y vi cómo del otro lado de la calle, parte de una casa se había desmoronado.

Mi papá y yo tomamos la cámara, una Kodak Retina 35mm, y caminamos hasta llegar a la farmacia Guerrero, donde pudimos conseguir un rollo de película a color.

Sin imaginar lo que veríamos y guiados por el polvo, humo y el incesante sonido de las sirenas de ambulancias, llegamos a la esquina de la avenida Juárez y Balderas. No lo podía creer: el Hotel Regis se había convertido en una enorme tumba. En ese cruce capté la que, con el tiempo comprendí, fue mi primera fotografía periodística.

La imagen: Entre escombros y humo se asomaba un letrero que perdió una sola letra, se leía “otel Regis”. Del lado izquierdo de la toma, el reloj del edificio de la H. Steele quedó como testigo de la hora en que terminó el sismo. Algunas personas observaban, otras caminaban, partes del hotel seguían en pie. El camellón, pintado con una línea amarilla, indicaba que avenida Juárez era de doble circulación.

Yo tenía 14 años y cursaba la secundaria; en ese entonces yo tomaba fotografías para mostrarlas a mis amigos y familiares. El terremoto del 85 me dio muchas lecciones —de solidaridad, de dolor y tristeza, de esfuerzo y esperanza—y me puso en la calle junto con la cámara familiar. En ese septiembre fue que conocí el olor de la muerte… años después y ya trabajando para medios de comunicación, me tocó documentar otros terremotos, como El Salvador (2001), Haití (2010) y México (2017).

Luis, además de ser mi padre, tutor y amigo, fue mi cómplice, me apoyó cuando dije que deseaba ser fotógrafo, algo en lo que nadie más entendía en mi familia.

