Así amaneció Argentina ayer, inmersa en una huelga general convocada por la Confederación General del Trabajo (CGT) contra las políticas de ajuste del presidente Javier Milei.
Trenes detenidos, aeropuertos vacíos, hospitales que operaron sólo en urgencias y bancos cerrados.
La medida de fuerza, que se extenderá por 24 horas, fue convocada en protesta por los recortes impulsados por el mandatario libertario, que desde hace 16 meses ha buscado eliminar el déficit fiscal mediante una agenda de austeridad radical.
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El paro nacional detuvo vastos sectores del país. La actividad ferroviaria y del metro fue suspendida, los envíos de granos se detuvieron, las aerolíneas cancelaron sus vuelos y la atención en bancos y oficinas estatales se redujo drásticamente. “Nos sumamos al paro por una negociación colectiva justa, por la solidaridad con los jubilados y los más pobres del país y por la crisis que vivimos”, afirmó Néstor Segovia, secretario adjunto del sindicato del metro.
Sin embargo, la huelga generó una división en las calles. Aunque los sindicatos más poderosos apoyaron la protesta, el gremio del transporte público evitó adherirse debido a negociaciones salariales en curso, lo que permitió a miles de pasajeros trasladarse con normalidad. Taxis operaban pese al respaldo formal del gremio, y en los barrios acomodados de Buenos Aires, cafés y comercios funcionaban con normalidad.