“Tensión económica” son dos palabras que parecen etiquetar la situación por la que atraviesa nuestro país en este momento y que anticipa un cierre de año estresante para muchos.
Luego de lo ocurrido esta semana entre el gobierno de México y el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, quien aseguró que impondrá aranceles de 25 por ciento a los productos hechos en nuestro país, a partir de que inicie su mandato el próximo 20 de enero.
Aunque desde Palacio Nacional se refirieron a que esta decisión podría ser “un tiro en el pie” para la nueva administración del gobierno estadounidense, lo cierto es que lo dicho por Trump —se cumpla o no— tuvo eco en la percepción económica de México.
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Moody’s señaló claramente el llamado “efecto Trump” como un impacto negativo en la inflación, la caída de remesas y la tan temida depreciación del peso; la calificadora recortó el pronóstico de crecimiento del PIB mexicano de 1.5 a 1.2 por ciento.
Luego, HR Ratings hizo lo propio, cambiando la perspectiva de la nota de México de “estable” a “negativa”. La agencia señaló que la variación “es resultado del deterioro en las estimaciones de crecimiento económico en 2024 y 2025, así como de la expectativa de una reducción más lenta del déficit fiscal para 2025, respecto a lo estimado por la Secretaría de Hacienda”.
A todo esto se suma la expectativa respecto al Tratado de Libre Comercio, que se revisará en 2026 y que desde ya ha provocado enfrentamientos con personajes de la administración canadiense, que abiertamente han pedido la salida de México del tratado trilateral, como lo hizo el jefe de Gobierno de la provincia de Ontario, Doug Ford, seguido de una tibia posición al respecto del primer ministro, Justin Trudeau.
Todo esto advierte que el comienzo del nuevo año, no será sencillo para México en temas económicos. Esto viene a cerrar un ciclo ya de por sí complicado en materia de credibilidad financiera, cuando nuestro país no parece estar en su mejor momento de confianza para los inversionistas.
Otra muestra de ello es la crisis que atraviesa la Bolsa Mexicana de Valores (BMV), que a principios de noviembre tuvo una racha negativa de apertura con 5 días consecutivos en rojo.
Pero esta “inestabilidad” no es reciente. La BMV ya lleva un tiempo de “sequía”, pues desde 2017 no ha llamado mucho la atención de nuevas emisoras y los especialistas visualizan que este escenario podría extenderse al 2025, acumulando 8 años con ese panorama.
Y es que no es sólo la falta de incorporaciones al mercado bursátil, sino también las salidas de este, de unos 4 años a la fecha y el mensaje resulta poco alentador.
De 2020 a la fecha suman 13 las empresas que han decidido abandonar el mercado de valores en México; se asoman nombres como Aeroméxico, Grupo Lala, Sanborns, Banco Santander México, Rassini, entre otros.
Esta semana se unió a la lista Grupo Elektra, que anunció que iniciará el proceso hacia el mismo camino de deslindarse del mercado bursátil, con la intención de revolucionar el modelo de negocio de sus empresas, revaluarlo y ofrecer mayor transparencia a sus inversionistas, enfatizando en áreas de negocio con grandes perspectivas de crecimiento.
Evidentemente, un movimiento de esta naturaleza implica una decisión estratégica que toma tiempo, pero que la determinó el evidente deterioro que se ha venido observando en el mundo bursátil mexicano en los últimos años.
Para muchos analistas expertos, el mercado bursátil en México no ha podido dar la transaccionalidad suficiente a las empresas que cotizan en él y con ello, deja de ser atractivo.
Al no haber transparencia, se dificulta el crecimiento en el valor de las acciones que representan a una empresa y de este modo disminuye la inversión, no hay crecimiento, ni evolución.
Indudablemente lo anterior es una bandera roja, pues un éxodo de esta naturaleza, como lo explican analistas expertos en finanzas, podría desembocar en un sector bursátil casi invisible para la inversión, lo que significaría, una vía menos de crecimiento para la economía en México.