ANTROPOCENO

¿Volvió el fascismo?

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

El reciente discurso incendiario del vicepresidente de Estados Unidos, J. D. Vance, en la Conferencia de Seguridad de Múnich, hace creer a algunos que los años 30 del siglo XX están de regreso. Vance fustigó a las democracias europeas. Su discurso pintó una visión apocalíptica, en la que la peor amenaza al mundo parece ser la llegada de tercermundistas al norte y la tibieza, ante ello, de los gobernantes de Europa.

Entre quienes hacen sonar las alarmas en México está el funcionario y escritor Paco Ignacio Taibo II, quien asegura que llevar migrantes a Guantánamo es nazi. Taibo II lleva su mensaje al punto de declarar que los mexicanos que apoyan a Trump son traidores a la patria y sugerir que les corresponde la pena de muerte.

Es estalinista amenazar con ejecuciones políticas a quienes sean culpables del vago crimen de “apoyar” a Trump (¿apoyar su estilo, su injerencismo, apoyarlo con aportaciones en efectivo?). Además, es posible que la historia se esté repitiendo no como renacimiento del viejo enfrentamiento entre fascistas y estalinistas, una tragedia, sino, más bien, entre nuevos clowns populistas. Una farsa, como decía Marx.

El prestigiado filósofo liberal John Rawls consideraba, como Trump y Vance, que Estados Unidos, Europa e Israel eran sociedades “bien ordenadas” (estables, justas y respetuosas de las libertades fundamentales). Otros eurocéntricos agregan que son educadas, ricas, democráticas e industrializadas. Para los trumpistas, estas características están en la cultura occidental y no se transmiten rápidamente a los inmigrantes pobres. Vance, casado con una mujer morena hija de inmigrantes de la India, parece más un occidental apanicado que un racista.

En vez de jugar al Stalin en Canal 11, al mismo tiempo que se cobra en el gobierno mexicano que apoya a Trump con su contención migratoria, habría que entrar al debate mundial contra los populistas de ultraderecha. Eso hace la Presidenta Sheinbaum cuando repite en las mañaneras que enviará a Estados Unidos datos sobre las aportaciones de los migrantes mexicanos a Estados Unidos. De este lado de la frontera sabemos de la nobleza de los migrantes zapotecos (con sus habilidades para los instrumentos de viento metida en las venas), de los wixárikas (artistas natos y custodios de mitologías vivas), de los esmerados rancheros de Jalisco o campesinos de Michoacán. ¿Podemos servir de intermediarios culturales ante la opinión pública en el Norte Global? ¿Hacerles ver la sabiduría de las culturas no totalmente occidentales?

Parece una misión imposible, pero Sheinbaum y Petro la intentan. Rawls era eurocéntrico, pero se podía debatir con él, como hicieron intelectuales de todo el mundo. ¡Conversar!, en vez de derribar la mesa con un movimiento de la barriga. Pretender montar el teatro del siglo XX que opuso a nazis contra estalinistas es, además de anacrónico, irresponsable. En un mundo cada vez más marcado por la histeria colectiva, el acto más radical no es gritar muy fuerte y sacar a relucir las propias pulsiones asesinas, sino conseguir la epopeya intelectual de derrotar la barbarie, en los libros y en las urnas.

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