ANTROPOCENO

¡Es el realismo político, estúpido!

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

En todo el mundo hay una vuelta al realismo político, es decir, a la posición de Maquiavelo y de Hobbes, la perspectiva que duda de que abstracciones como la ley y la Constitución puedan salvaguardar la soberanía y la razón (como quería Immanuel Kant).

Se busca reconocer el poder del más fuerte, de la mayoría o de los multimillonarios. No habría tal cosa como el poder de la ley, de la Constitución, del derecho internacional. Zelenski no tiene las cartas para pretender derrotar a Putin, dice Trump. Aunque la izquierda francesa llegó en primer lugar en las elecciones de 2024, dice Macron, no le alcanza para que se la reconozca en el poder.

Trump quiere reinterpretar el artículo II de la Constitución estadounidense, Macron ha reinterpretado las normas de la 5.ª República francesa. En China y Rusia no han vuelto al realismo político, siempre habían estado ahí.

Algunos analistas no ven este realismo político y caen en teorías de la conspiración. Circulan supuestos “reportajes” de que Trump habría estado en la cartera de la KGB y, hoy, estaría literalmente a las órdenes de Putin, cuando él es un populista por derecho propio, cuya presidencia fue anticipada hasta por Los Simpson (no va a quitar los misiles nucleares americanos que, en Europa del Este, apuntan a Rusia, aunque Macron sueñe con reemplazarlos por misiles franceses y garantizar el mercado de esa región a las empresas de su país).

Ucrania es la víctima más clara del nuevo realismo político. O es zona de influencia de Rusia o entrega sus minerales raros a Estados Unidos o a Europa.

Reconocer la ola de realismo político no significa equiparar democracias con dictaduras. Pero las primeras se están haciendo más maquiavélicas. En México se ha reconfigurado al Estado. Aquí, se han desactivado múltiples contrapesos que, juntos, hacían la democracia liberal. Por ejemplo, la desaparición de los órganos constitucionales autónomos, ahora meras dependencias del Poder Ejecutivo. O bien, con la reforma judicial, los nuevos juzgadores no llegarán simplemente a dictar lo que dice la ley, sino que introducirán preocupaciones políticas. Como quiere el realismo jurídico.

Algunos creen que lo que se destruye completamente con la reforma judicial es la división de poderes, porque “los que llegarán serán incondicionales de Morena”. Juristas de renombre, experiencia y méritos objetivos fueron excluidos con criterios arbitrarios. Pero ello no justifica la apatía de la ciudadanía. Si nos abstenemos de votar por los mejores candidatos a jueces, contribuiremos a que el Poder Judicial mexicano sea más parcial aún. Una profecía autocumplida. Por ello, el abogado Miguel Alfonso Meza y algunos periodistas están tratando de exhibir a los peores candidatos, para que la sociedad decida de la mejor manera, con lo que hay.

En el pasado, los jueces de la democracia liberal estaban bien retribuidos para controlar al poder. Su torre de marfil era una cierta garantía de independencia, pero también de arrogancia y, a veces, de alejamiento del sentido común al liberar a notorios criminales. Ya veremos cómo nos va con el nuevo realismo político jurídico.

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