Algunas lecturas me acompañan por meses aunque luego las descarto, como rosas decaídas. Otras las mantengo conmigo durante años. Y están las siemprevivas, entre ellas, Rosario Castellanos.
Nació en 1925 pero su escritura huele fresca. A pasto recién cortado. Habla con palabras cotidianas y las arregla distintamente. Cuando la leí, muy joven, descubrí cosas que necesitaba decir.
Hoy la siento familiar por razones como éstas:

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1. No vivió a medias. Lo hizo con intensidad y sangre, con temperaturas emocionales en las que me encuentro, desde la angustia de habitar el “lugar de las hogueras”, hasta la plenitud de tener el corazón “contento y sosegado / en medio de la casa durmiendo, como aljibe / colmado”.
2. Cuando a mi hermano Fernando le vino un infarto, solo, en casa, repetí esto: “Es tan fácil morir, basta tan poco. / Un golpe a medianoche por la espalda / y aquí está ya el cadáver / puesto entre las mandíbulas de un público antropófago”. Atravesé aquella noche prendida de sus versos.
3. Sus amigas y amigos le fueron irrenunciables. Se enfocó en el cambio de centro de gravedad que implica moverse “del yo al nosotros”. En la misma línea dijo sobre la maternidad, afán donde también me espejeo con ella: “Ninguna satisfacción mayor puede proporcionarnos un hijo que, al crecer, y al alcanzar la edad del juicio, nos absuelva”.
4. Rosario creció en Chiapas, un estado de vegetación estallante, que extrañaba: Muy seguido me doblega así una planta: “Toda la primavera / ha venido a mi casa / en una flor pequeña / sólo flor y fragancia”.
5. En el poema “Lamentación de Dido” retrata el desamor, “la predación, la ruina, el exterminio”. En él da voz a la mitológica reina de Cartago, quien acoge al náufrago Eneas. El deseo prende entre ambos igual que en un manojo de hierba árida. Ella se entrega “con mi ceguera de raíz, con mi soterramiento de raíz, con mi lenta fidelidad de raíz”, pero pronto él vuelve al mar. En líneas bellísimas, Dido corre a estorbarlo, “destrenzada y frenética”. Qué cosa.
6. Me interesan sus obsesiones: la lectura, el feminismo, el cuerpo.
7. Tuvo dudas sobre su oficio. En una carta reconoce: “Mi verdadero problema es: ¿Soy o no soy una escritora? ¿Puedo escribir? ¿Qué?”. Ya había publicado Poemas, Balún Canán, Ciudad Real. Con ese talento lépero, tan frágil y tan sólida. Tan abrazable.
8. Desde los 25 años cuestionó la desigualdad de las mujeres; luego, la violencia contra grupos originarios. Calco esto: “Me siento comprometida con una realidad con la cual no estoy conforme... quiero colaborar para que de alguna manera cambie”.
Imposible no sentirla una compa cercana. La más alta.
*Para conocerla más ven al Colegio de San Ildefonso a partir del 24 de abril, a visitar la exposición que preparamos en la UNAM: Un cielo sin fronteras. Rosario Castellanos: archivo inédito.
