FRENTE AL VÉRTIGO

Atentado

Pedro Sánchez Rodríguez. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón
Pedro Sánchez Rodríguez. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón Foto: Imagen: La Razón de México

El martes una noticia interrumpió la conferencia matutina de la Presidenta Claudia Sheinbaum: dos funcionarios, cercanos y de la más alta confianza de la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, fueron asesinados. Se trata de Ximena Guzmán, secretaria particular, y Javier Muñoz, asesor de Clara Brugada, quienes fueron víctimas de un atentado directo sobre Calzada de Tlalpan, en la alcaldía Benito Juárez, que terminó con sus vidas.

El evento cimbró a la ciudad y al país entero, este atentado toca a la cúpula más alta del poder capitalino, en un bastión de la izquierda que ahora gobierna el país y dentro de lo que es todavía (aunque cada día menos) un oasis en un país sumergido en amplias zonas por la violencia del crimen organizado.

El ataque recuerda al que fue víctima en 2020 el actual secretario de Seguridad Federal, Omar García Harfuch, en donde un comando del Cártel Jalisco Nueva Generación abrió fuego en Lomas de Chapultepec, en pleno Paseo de la Reforma, matando a dos escoltas del entonces secretario de Seguridad local. Este último ataque viene precedido por un evento que consternó a autoridades de la Ciudad de México a inicios del sexenio de Claudia Sheinbaum, el asesinato del jefe Milton Morales, encargado del combate al crimen organizado y narcotráfico en la capital y cercano a Harfuch y a Pablo Vázquez, actual secretario de Seguridad.

La muerte de Ximena y Javier, y la importancia que tienen para la Jefa de Gobierno, Clara Brugada, también recuerdan los eventos de 2008 y 2011 en el sexenio de Calderón. En el primer caso, un accidente aéreo en la Ciudad de México resultó en la muerte del entonces secretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño. Luego, en 2011, otro secretario de Gobernación de Felipe Calderón, Francisco Blake Mora, murió en un accidente en helicóptero en Chalco, Estado de México. Si bien la versión oficial y los testimonios confirman que fueron accidentes, la pérdida de estos dos funcionarios para el Gobierno de Felipe Calderón fueron bajas personales sensibles y delicadas para el entonces Presidente.

Este caso se suma a una larga lista de violencia política. Las elecciones siempre dan motivo para hablar del asesinato de candidatos y la vulneración y daño que produce la violencia a la democracia, pero creo que se presta poca atención a la violencia política cotidiana. Nos hemos habituado a escuchar sobre asesinatos y secuestros de presidentes municipales, funcionarios locales, legisladores, sin darle la importancia que merece y metiéndolo simplemente en la bolsa de asesinatos por crimen organizado. Un fenómeno social ultradecadente. Ahora que la violencia toca la cúpula del Gobierno de la capital, hay que poner el ojo en que existe un poder que se mueve entre las sombras con el coraje suficiente de remover a balazos a representantes electos popularmente en México y a funcionarios públicos del gobierno que elegimos.

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