Este domingo se organizó una nueva farsa electoral en Venezuela. Para sorpresa de nadie, Nicolás Maduro salió victorioso. Se trataba de elecciones para gobernadores y para renovar el congreso. Ante un abstencionismo aplastante, el partido oficialista barrió en unas urnas sin supervisión por observadores internacionales. De hecho, las mismas actas carecieron de medidas de transparencia, como los QR que fueron usados en las pasadas elecciones presidenciales para demostrar que la oposición ganó y que Maduro perdió la presidencia que ahora usurpa impunemente.
Hasta el día de hoy Maduro y su equipo no han mostrado ni un acta que pueda soportar su victoria, mientras que el equipo de Edmundo González y María Corina Machado, líder de la oposición, demostró que más del 70% de los votos favorecieron a González. Ante esto, Maduro sacó a la calle a sus matones y aplastó las protestas violando los derechos humanos a diestra y siniestra. Al final, tomó posesión mientras su estrategia para amedrentar a la ciudadanía surtió efecto. A casi un año de esos sucesos, esta elección busca legitimar lo ilegítimo y mostrar que no hay esperanza de cambio.
El gobierno venezolano sabe que la comunidad internacional está demasiado ocupada en otros menesteres y que poco o nada va a decir en torno a la dictadura que se ha instaurado en Caracas. Ante esto, Maduro ha visto la coyuntura ideal para adelantar estos comicios y avanzar en su dominio del legislativo.

¿Y Carlos Manuel Merino?
La oposición se dividió nuevamente previo a estas elecciones entre los que no querían ceder espacios y los que no querían legitimar la elección con su participación. Una vez más ambas posturas demostraron poco músculo y escasa organización. Maduro les ha pasado por encima.
Aunque Maduro lleva años controlando todas las instituciones de gobierno en Venezuela y su gobierno sea una simulación de democracia, este paso no es poca cosa para él. Para seguir atropellando los derechos de los venezolanos, Maduro busca una reforma constitucional. Ese camino es complejo y puede presentar más oportunidades de bloqueo para la oposición. En cambio, este resultado electoral le permitirá cambiar la Constitución de a poco, artículo por artículo, y sin ningún contrapeso. Una senda larga, pero más simple.
Así las cosas, Maduro se ha aprovechado de la coyuntura internacional en la que las aguas están tan revueltas que Venezuela no está en la mira de los principales actores. La oposición ha fallado en presentar un frente común que pudiera movilizar a la población. La sociedad civil muestra este desgaste y desesperanza ante un destino percibido como fatídico. El panorama no es alentador. Aunque parece algo menor, esta falsa electoral es un clavo más en el ataúd de la democracia venezolana.
