LA VIDA DE LAS EMOCIONES

Democracia y psicoanálisis

Valeria Villa<br>*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
Valeria Villa*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

A continuación, algunas reflexiones contenidas en el ensayo Del hacer callar al dejar hablar. Reflexiones freudianas sobre ciencia y democracia, de Leandro Drivet en Estudios de Filosofía Práctica e Historia de las Ideas, Mendoza, Diciembre 2013.

En Psicología de las masas y análisis del yo, Freud tiene por objetivo desmontar la maquinaria de enrolamiento y segregación que engrosaría las filas del fascismo y del partido nazi (y no sólo éstas). Ese texto de 1921, quiere dar cuenta de las motivaciones subjetivas de la servidumbre voluntaria de los individuos que abandonan todo sentido crítico en la obediencia incondicional y ciega a un líder.

Siempre que se manda, se ocupa (o se quiere ocupar) el lugar del déspota. Siempre se manda en nombre de alguien, de aquí viene aquello de que el rey que se cree rey no es menos loco que el así llamado “loco” que se cree rey. Ambos han perdido la posibilidad de la distancia reflexiva respecto de sí mismos. Retomando el problema de la verdad: la democracia, al menos formalmente y a diferencia de los otros regímenes, no se engaña a sí misma respecto de este asunto, y asume (se propone asumir) la paradoja del “mandar obedeciendo”.

La democracia es la salida de la minoría de edad del individuo-masa, el dvenimiento del sujeto a la ley común de la cultura o, lo que es lo mismo, el tránsito de la horda primordial a la alianza fraterna, de la absoluta heteronomía a la relativa autonomía. Puesto que la clave de la teología estaba en la antropología (Feuerbach, L. 1941), en la antropología profunda estaría la clave de todo sacrificio. Si Dios no es otra cosa que un padre enaltecido, si la nostalgia de la omnipotencia parental explica la religiosidad y los actos de fe con los que los creyentes atestiguan su piedad, el trabajo de elaboración de la neurosis infantil debe acabar con la Ley Absoluta del Padre, y al mismo tiempo, con las ilusiones o delirios religiosos inmunes a la crítica.

El psicoanálisis entonces es incompatible con la religión porque se rehúsa a vivir bajo el amparo de una promesa narcótica incumplible. Dicho de un modo panfletario: el psicoanálisis es una escuela de ateísmo.

Al dogmatismo, al autoritarismo enmudecedor de la religión (y de toda cosmovisión), y a toda ilusión, Freud opone la ciencia, el reino del Dios Logos, del trabajo científico entendido como reflexión y autorreflexión; el tránsito que va del patriarcado y el despotismo a la República, del monólogo al diálogo, de la “naturaleza” a la cultura, del gobierno de uno al gobierno (potencial) de todos, del dogma a la crítica, de la fe a la búsqueda de la verdad, de la religión a la ciencia, de la monarquía a la democracia, de la total heteronomía a la voluntad de ampliación de los márgenes de autonomía, del silencio a la polifonía.

Suele esgrimirse como argumento de que vivimos en democracia el hecho de que sea posible debatir “todo”, de que es posible discutir de cualquier tema sin temor a ser perseguidos, estigmatizados, penalizados, encarcelados o sustraídos de la esfera pública por vías menos “legales”: torturados, asesinados, desaparecidos.

No obstante, y en caso de que lo anterior fuese completamente cierto, el argumento apenas constituye una prueba de que no vivimos bajo una tiranía.

El permiso de hablar no puede ser un concepto de libertad de expresión que actualmente nos satisfaga, aunque sólo eso, poder hablar, pensar, escribir, no sea una conquista menor.

Temas: