El Premio Princesa de Asturias de este año se ha otorgado al Museo Nacional de Antropología e Historia. Es un reconocimiento al esfuerzo y a la dedicación de muchos mexicanos que han laborado para esta institución a lo largo de los años: antropólogos, arqueólogos, historiadores, artistas, escultores, maquetistas, museógrafos, etc.
Sin embargo, si pudiéramos imaginar, más allá de las realidades del tiempo, quiénes deberían recibir este galardón de mano de la joven princesa, yo diría que no podrían faltar el presidente Adolfo López Mateos, el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez y el secretario de Educación Jaime Torres Bodet.
El proyecto de construir un nuevo museo para albergar la colección del Museo Nacional, que se encontraba en el centro de la ciudad, se había acariciado desde tiempo atrás, sin embargo, fue la determinación y la extraordinaria altura de miras del presidente Adolfo López Mateos lo que permitió la construcción del majestuoso Museo Nacional de Antropología. Se cuenta que cuando el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez le preguntó al presidente cómo quería que fuera el nuevo museo, la instrucción que le dio fue muy sencilla, pero, al mismo tiempo, muy exigente. El museo debía hacer que los mexicanos se sintieran orgullos de ser mexicanos, de su historia, de su porvenir.

Coscorrón a desbocados de Morena
La construcción del museo se llevó a cabo en 19 meses. Pedro Ramírez Vázquez era eficientísimo en su función de responsable de las obras que le encargaban, como lo volvió a demostrar en el proceso de preparación de las Olimpiadas de 1968. El diseño es impresionante, los materiales de la mejor calidad, la concepción arquitectónica, admirable. El edificio fue hecho para durar miles de años. De todas las construcciones del siglo XX mexicano, el Museo Nacional de Antropología es, quizá, la más emblemática. El único que pudo haberlo construido fue, precisamente, Ramírez Vázquez.
No quiero dejar de recordar al secretario de Educación Pública, Jaime Torres Bodet, que colaboró en el proyecto de manera discreta, pero contundente. El discurso que dio Torres Bodet en la inauguración del museo, el 17 de septiembre de 1964, es una pieza de oratoria que, si bien ya nos resulta lejana por su retórica e incluso por su contenido, sigue formando parte importante de la historia de las ideas en México. Torres Bodet sostuvo que la relación entre los mexicanos de su tiempo y sus antepasados, los que habitaron estas tierras antes de la Conquista, no se reduce a una cuestión biológica o geográfica. El propósito del museo es más ambicioso: darles a los mexicanos un sentido de su existencia, que les permita cumplir con su misión en el presente y con el destino que se fragüen ellos mismo para el futuro.
No debemos olvidar jamás ese mensaje profundo de los constructores del Museo, tres grandes mexicanos con los que hemos de estar permanentemente agradecidos.
