Un treintón endeble se esconde de la pantalla en su cuarto. Ésta no sólo transmite programas, también monitorea las actividades del ocupante. Winston Smith está sentado de manera que el torso le oculta las manos, mientras redacta “crímenes de pensamiento” (frases contra el Partido). Si lo sorprenden, cualquier noche lo van a “evaporar”. Como a miles.
El Ministerio de la Verdad, su oficina, es una estructura piramidal de concreto donde se emplea la Neolengua. Ese idioma oficial, de gramática limitada, restringe la libertad de pensar críticamente: cada año recortan del vocabulario infinidad de voces. Así, pronto va a ser imposible concebir algo contrario al sistema, porque “no habrá palabras para expresarlo [...] Cada año menos y menos palabras, y el rango de pensamiento, cada vez menor” (traducción mía de 1984, novela de George Orwell). En efecto, podar el diccionario quizá parezca inocuo, pero coarta la potencia de la lengua, esencia humana liberadora.
Al inicio del primer Gobierno de Donald Trump, esta novela de Orwell de 1949, publicada como un rechazo frontal contra el régimen totalitario de Stalin, apareció varias veces en la lista de bestsellers. Incluye remedos de las purgas contra los enemigos del líder, el dogma único, la imposibilidad de la opinión propia, la distorsión del lenguaje como vía de control. Sesenta y ocho años después de su publicación, miles acudieron a la fantasía de Orwell para descifrar mejor su presente. Ya se sabe: la vida copia al arte.

Intimidación en Nayarit
Ese libro me vuelve hoy a la cabeza porque, según una investigación del New York Times (7 de marzo), este segundo mandato trumpiano ya suprimió cientos de expresiones de comunicados gubernamentales y sitios web públicos. El afeitado incluye sobre todo las del eje DEI (Diversidad, Equidad e Inclusión). Por ejemplo, las luchas de mujeres no tienen lugar. Se borraron feminismo, violencia de género, igualdad. Lo mismo voces relativas a grupos racializados, como inmigrantes, latinos, poblaciones vulnerables, comunidad indígena y las de la diversidad sexogenérica: preferencia sexual, LGBT, transexual. Tampoco aparecen discapacidad, inclusión, justicia social. Para qué nombrar lo inexistente: según Trump, en Estados Unidos sólo cuentan los hombres heterosexuales blancos. El resto es un fallo. Una molestia. Una cucaracha “en la almohada blanca”, como escribió Audre Lorde.
Los asesores del presidente leen 1984, porque calcan ideas asentadas como crítica en la novela, del tipo “quien controla el presente controla el pasado”. Además, la estructura monolítica, sin fisuras, del Ministerio de la Verdad es metáfora de 2025: existe sitio para UNA verdad. La del magnate.
Aunque turbadora, la situación no resulta inescapable. Una forma de contrarrestarla es leer y escribir sobre las problemáticas de los grupos vulnerables, en especial latinos, que “han cruzado una frontera de carencias”, señala la poeta Consuelo Hernández. Enunciar la barbarie significa resistirla. Abrir puertas sobre las que una mano torva apresta el cerrojo.
Nos incumbe que nadie angoste ni angustie la inteligencia. La diversidad. Son nuestras.
