LA VIDA DE LAS EMOCIONES

Dying for sex (Morir de placer)

Valeria Villa<br>*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
Valeria Villa*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

Puede ser que la antítesis de la muerte sea el sexo.

Dying for sex (Morir de placer) es una serie de ocho capítulos (se puede ver en Disney+) basada en la historia de Molly Kochan, quien fue diagnosticada con cáncer de mama, etapa IV y decidió dejar su matrimonio de 15 años para explorar su sexualidad. La historia se narró originalmente en un podcast del mismo nombre, presentado por Kochan y Nikki Boyer. Molly falleció en 2019 a los 45 años.

En la serie, que es una comedia dramática, vemos a una mujer enferma de cáncer (Michelle Williams, fenomenal) dejar atrás una vida de insatisfacción conyugal para buscarse a sí misma, en compañía de su mejor amiga Nikki, que lo deja literalmente todo para cuidar a su amiga. Molly no sabe lo que le gusta, jamás ha tenido un orgasmo con otra persona y comienza su exploración sexual, sostenida por una necesidad de tener el control en las situaciones sexuales.

La serie aborda la sexualidad y la mortalidad de una forma valiente y genuinamente conmovedora. La comedia permite que el drama respire y no sea insoportable. El amor que se tienen las amigas es tan importante como la búsqueda del placer de Molly. Además de ser la paciente que combate una enfermedad terminal, se convierte en una mujer que quiere sentirse viva hasta el último minuto. Se aborda de un modo claro y hasta didáctico la huella del trauma como obstáculo para tener una vida sexual feliz y plena. Los recuerdos del pasado aparecen en los momentos más inoportunos. Molly tiene que trascenderlos para poder disfrutar y quizá sentir por primera vez que puede amar a alguien.

Son muchos los artículos académicos que describen los efectos traumáticos de los abusos sexuales tempranos, como vergüenza, culpa, problemas con el amor propio y disfunciones sexuales. El abuso sexual infantil afecta el deseo sexual. Muchas veces el único mecanismo defensivo posible es la disociación de los sobrevivientes. Molly está en un lugar, disfrutando, para después disociarse y aparecer en su mente en otro y con otra persona irreal y aterrorizante. Su hipervigilancia es un estorbo en su búsqueda del placer, como una experiencia a la que su cuerpo tiene derecho.

Mientras haya consentimiento entre adultos, las prácticas sexuales no deben ser objeto de opiniones sobre normalidad o anormalidad o interpretaciones que le den el adjetivo de perversión.

Perversión no es un término neutral. Proviene de constructos psiquiátricos, religiosos o legales del siglo XIX para controlar la desviación del ideal sexual normativo (heterosexual, reproductivo, monógamo). Su uso perpetúa la patologización del deseo, en especial en grupos históricamente marginados como personas queer, kink (prácticas, conceptos o fantasías sexuales no convencionales), sobrevivientes de trauma y mujeres sexualmente activas. Muchos traumas sexuales están vinculados a contextos de vergüenza, juicio y control. Cuando alguien explora su sexualidad y esas conductas son calificadas de perversas, se reactiva el mismo sistema de juicio que originalmente lastimó, sembró.

Judith Herman en Trauma and Recovery (1992) señala que la recuperación del trauma sexual implica reconstruir una narrativa propia sin imposiciones externas. Usar términos como perverso deslegitima esa narrativa. Foucault en La historia de la sexualidad denunció cómo los discursos sobre lo perverso son mecanismos de biopoder y control social.

Molly Kochan logra validar su experiencia y el nacimiento de su deseo, alejándose de la creencia de que lo no normativo es dañino.

Frente a la inminencia de su muerte, todo lo demás deja de tener la importancia que le había dado. Frente a la muerte, el personaje de Molly entiende que la vida se trata no sólo de estar vivo, sino de sentirse vivo.

Dying for sex (Morir de placer)Por VALE VILLA

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