APUNTES DE LA ALDEA GLOBAL

Las Tres Catástrofes

Étienne Balibar, marxista francés
Étienne Balibar, marxista francés Foto: Creative Commons

Étienne Balibar es un marxista francés, nacido en 1942, discípulo de Louis Althusser, que siendo muy joven formó parte del equipo que coordinó la obra colectiva Para leer El Capital (1965). Durante un tiempo, Balibar fue profesor en Argel y se identificó fuertemente con la causa de la descolonización en el norte de África.

Luego, en las últimas décadas del siglo XX, todavía involucrado en el Tribunal Russell-Sartre, foro que surgió de la colaboración pacifista de aquellos dos filósofos, tuvo posiciones firmes a favor de la independencia de Palestina, que mantiene hasta hoy.

Uno de los últimos ensayos del filósofo francés lleva por título Tres catástrofes (2025) y resulta otro diagnóstico más del cambio de época que estamos viviendo.

Insiste Balibar en que desde hace años ya no vivimos en el periodo globalizador que siguió a la Guerra Fría, a partir de los años 90 del siglo XX, sino en una nueva era, desglobalizadora y terriblemente destructiva.

La reversión de la precaria o mínima normatividad internacional construida tras la Segunda Guerra Mundial avanza desde múltiples flancos —las nuevas derechas reaccionarias, las viejas izquierdas dogmáticas, las autocracias, los nativismos, el terror…-, pero, según Balibar, habría tres rutas centrales: la destrucción del medio ambiente, las guerras simultáneas propiciadas, aunque no libradas directamente, por las grandes potencias mundiales, y los efectos más perniciosos de las nuevas tecnologías, específicamente, de la robotización del trabajo humano.

Desde 2010, las emisiones globales de CO-2, procedentes de combustibles fósiles y actividad industrial, han rebasado las 30 mil millones de toneladas. A pesar de todos los protocolos y llamados de la ONU o el Foro Económico Mundial, la expulsión a la atmósfera de gases con efecto invernadero se ha vuelto imparable y en 2024, el CO-2 emitido superó las 40 mil millones de toneladas.

La contaminación ambiental, el calentamiento global y la pérdida de biodiversidad han resultado ser indetenibles por los organismos y las normas internacionales. Ninguna de las grandes potencias del mundo está comprometida con el tránsito hacia las energías limpias y si algunas corrientes políticas llegaran a estarlo, muy pronto se activarían mecanismos incontrolables para ellas, como las guerras, que producen automáticamente una recuperación del extractivismo energético.

Tiene razón Balibar en observar una complementariedad entre el ecocidio y la guerra. No sólo por el argumento tradicional de que las grandes potencias luchan por el control del mercado del petróleo, el gas y otros hidrocarburos sino por algo más tangible hoy: a cada pequeño paso de los protocolos ambientalistas se interpone una guerra que vuelve a disparar la producción y los precios de los recursos energéticos más contaminantes.

La segunda catástrofe, la de las guerras, está directamente relacionada con la primera. Algunos elementos constitutivos del capitalismo industrial del siglo XX se han alterado en el siglo XXI. Pero hay uno que no y es el de la industria y el mercado de las armas, que han crecido a niveles descomunales en las últimas décadas. Las guerras simultáneas, bajo la disuasión nuclear multipolar, es una realidad que llegó para quedarse.

La tercera catástrofe, apuntada por Balibar, es la de las nuevas tecnologías y, tal vez, la única con un impacto ambivalente en el proceso civilizatorio. La postura del marxista francés no es demonizante de la revolución tecnológica, pero sí de rechazo a la deshumanización de la racionalidad instrumental, que tanto cuestionaron los marxistas de la Escuela de Frankfurt.

Las tres catástrofes forman una. Un embate colosal a la existencia humana, no de manera cataclísmica o en forma de apocalipsis expedito, que acabará de modo fulminante con la especie. No, es una destrucción más dolorosa porque es lenta y, a la vez, irreversible.

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