Hay quienes creen que el silencio es olvido. Que mientras más lejos estés de la luz, menos sombra proyectas. Peña Nieto parecía haber entendido esa lección a la perfección. Se evaporó del escenario nacional, se volvió postal extranjera, meme involuntario. Hasta que un día decidió asomarse. Y como suele pasar con los fantasmas del pasado: al menor intento de aparecer, vuelven los exorcismos.
En estos días pasados, el expresidente salió a justificar su proyecto de aeropuerto, el NAIM. Una obra costosa pero necesaria, un intento de legado. “Una obra de Estado”, dijo. Pero bastaron sus palabras para que se activara un viejo resorte del otro lado del mundo. Un medio israelí, reveló que Peña habría recibido hasta 25 millones de dólares en sobornos para la compra del software de espionaje Pegasus. Y no lo dice cualquier filtración: lo dicen empresarios israelíes que, en un acto poco común y por demás curioso, se autoacusan de haber pagado esas cantidades de dinero.
Israel no es precisamente un país blando con la corrupción. Cuando alguien habla allá, suele ser por varias razones: porque sabe que la justicia ya viene, o porque quiere pactar antes de que lo atrapen, o por un favor político. Y si alguien allá menciona a Peña, no es casualidad: es mensaje.

¿Y si en la propia 4T frenan la electoral?
Lo de Pegasus fue siempre más que un escándalo. Fue la confirmación de que el Estado mexicano espió a periodistas, activistas y opositores con tecnología de guerra. Nada distinto a lo de hoy, pero ahora ya se atrevieron meterlo en la ley, vía la aplanadora morenista y sus aliados. Quizás lo sabíamos. Pero faltaba alguien que se atreviera. Faltaba un nombre. Y ahora ese nombre vuelve a salir. Porque cometió el acto de valor de hablar.
En política hay salidas que son entradas al infierno. Peña, que ya estaba fuera del juego, decidió regresar como estadista… y terminó en calidad de sospechoso. El mensaje fue claro: “Nunca debiste salir de tu exilio”.
Y si alguien pensaba que los pecados del pasado estaban prescritos, la filtración desde Israel viene a recordarnos que la justicia internacional tiene memoria y tentáculos largos.
A veces, en la política, el verdadero punto ciego no está en lo que no vemos… sino en lo que algunos creen que ya nadie recuerda.
Reenviado
“Estrellas, oculten sus fuegos; no deįen a la luz ver mis deseos negros y profundos.”
- William Shakespeare, Macbeth
