TEATRO DE SOMBRAS

La moda del estoicismo light

Guillermo Hurtado. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Guillermo Hurtado. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: La Razón de México

Si usted va a cualquier librería seguramente encontrará numerosos manuales de divulgación del estoicismo adaptados para los lectores contemporáneos. Hay que dejar muy en claro que estoicismo fue una escuela filosófica muy rica y profunda que floreció en la antigüedad grecorromana. El estoicismo de ese periodo tuvo contribuciones valiosas en campos tan diversos como la cosmología, la lógica y la ética. Pues bien, no es ese estoicismo al que voy a reprobar aquí, sino su versión light, comercial, oportunista que se ofrece en el mercado editorial.

El estoicismo entendido como un método de autoayuda para nuestros tiempos sigue una fórmula muy sencilla que es repetida hasta la saciedad en los manuales que menciono. Es tan sencilla que cualquiera capaz de escribir unas cuantas líneas con un mínimo de coherencia se siente autorizado a escribir su propio librito sobre el tema para hacerse de unos cuantos pesos.

El estoicismo light es un método muy elemental para buscar la felicidad en un mundo incierto que no podemos controlar. Como no podemos cambiar al mundo, ni a los demás, lo único que nos queda es tener un mínimo dominio de nuestras pasiones, de nuestros pensamientos, de nuestros deseos para que, de esa manera, seamos capaces de encontrar una tranquilidad que sirva de plataforma para alcanzar algo parecido a la felicidad en un entorno doméstico. Palabras más, palabras menos, tal es el mensaje del estoicismo light.

Lo que el mundo necesita hoy, si se me permite ofrecer mi opinión, no es más estoicismo, entendido de esa manera barata, pusilánime y conformista, sino menos estoicismo, mucho menos.

Lo que ese estoicismo nos enseña es a aguantar las adversidades y a encontrar alguna felicidad en lo que ahora se conoce como la resiliencia. Los grandes poderes del mundo que hacen miserable nuestra vida diaria, seguramente ven con suma satisfacción que la gente adopte esa forma de pensar.

Mi respuesta es que una cosa es aguantar y otra muy diferente es resistir. El estoicismo nos enseña a aguantar. Se parte del supuesto de que las cosas no pueden cambiar o de que, por lo menos, nadie puede lograr ningún cambio por sí solo. Una mejor filosofía para la vida, pienso yo, sería una que nos enseñara no a aguantar sino a resistir. Quien aguanta ha perdido la esperanza en el cambio para bien. Quien resiste, en cambio, todavía guarda alguna esperanza en que la situación adversa podrá revertirse; por eso resiste, aunque sepa que no lleva las de ganar. Y todavía mejor que resistir, diría yo, es combatir, seguir creyendo que cada quien puede hacer algo para mejorar al mundo, aunque sea poco, y que, además, si nos organizamos tendremos mayores posibilidades de éxito. Arriesgarse, entregarse, solidarizarse, luchar, sacrificarse, sufrir si es necesario. Ésa es la filosofía que, pienso yo, deberíamos promover en los tiempos aciagos en los que vivimos.

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