Hoy en día existen más de 7mil millones de personas con un celular o smartphone en sus manos, es decir un 90% de la población mundial tenemos un teléfono inteligente con cámara, internet y acceso a redes sociales.
El objeto como tal nos ha convertido en observadores 24/7, atentos a reaccionar a lo que sucede a nuestro alrededor y con esto me refiero a tomar el teléfono y utilizarlo para grabar, fotografiar y compartirlo (la mayoría de las veces) en redes sociales.
Nos hemos convertido como espectadores pasivos, porque “vemos pero no intervenimos”.

Ataque en Coahuayana
Creemos que al grabar y publicar en la red, salvamos o ayudamos en situaciones de violencia o agresiones. El término es “Bystander”, el cual define a quien “participa” grabando una situación de violencia o de crisis sin actuar directamente para ayudar.
Y no solo es eso, es que hoy miramos invadiendo los espacios de los demás priorizando lo que nuestra pantalla portátil puede obtener.
Le voy a explicar a qué me refiero. Tocó la semana de vacaciones, y como a muchos cuando llega el verano viene el viaje en familia a la playa, con todo lo que implica: las fotos, los colores, el calor, el mar, la colectividad y el ir y venir.
Bueno dentro del hermoso caos de la vacaciones, incluye que a partir de las 7pm la tarea sea prepararse para ver el atardecer, llegar con tiempo a la orilla de la playa, elegir un buen lugar y esperar a ver cómo el sol se esconde tras el horizonte interminable del mar.
Van cuatro días, cuatro tardes, cuatro momentos incómodos y de constante reflexión personal. Incluso he cuestionado si mi humor ha cambiado, o con los años me he vuelto más intolerante a la convivencia con extraños, pero no.
Ha bastado para grabar y fotografiar cada día para entender que lo que sucede es que la gente no mira a su alrededor, no se da cuenta que hay más personas ocupando espacios con una intención.
Pareciera que entre tanta permisividad existe la libertad de invasión a cambio de mi propia experiencia.
Usted está sentado en el área, en una silla o un camastro mirando el fantástico espectáculo del sol, y de pronto aparece alguien que se para justo frente a usted, a unos pasos para detenerse, alzar su pantalla y grabar o fotografiarse; o peor aún llega alguna pareja y decide que justo frente a usted es el mejor spot para fotografiar a ella o a él con la redondez exquisita del sol.
El fin de la colectividad o la desaparición de la mirada colectiva, lo he nombrado, e incluso la incapacidad de ver al otro por el propio beneficio de grabar o fotografiar un momento, que aparte de todo les queda mal (ser fotógrafa profesional me da el poder de describirlo así).
En este espacio siempre visual, en donde me encanta invitarles a leer la imagen, hoy hago lo mismo con la intención de que haga el ejercicio de mirar a su alrededor. ¿Qué hay en ese momento que usted quiere capturar en foto o video? ¿Afecto a alguien, bloqueo la mirada a alguien, invado el espacio personal de alguien?
Así lo plasmo en la fotografía que les comparto, en donde llegué con tiempo de anticipación e incluso iniciando el atardecer no había nadie frente a mi y de pronto sin importar que mi familia y yo estuviéramos mirando el espectáculo se fueran colocando una tras otra frente a nuestros ojos.
La consideración y el respeto deberían de seguir siendo normas en la convivencia social, sin embargo, estamos viendo cómo se han convertido en un estado intermitente según sea nuestra individualidad.


