Cuando las imágenes que dan la vuelta al mundo muestran a niños en los huesos, mujeres y niños arremolinándose en plena desesperación con cuencos vacíos en las manos, y a hombres peleando como bestias por un mendrugo de pan, sabemos que hemos fallado como humanidad. La situación en Gaza no admite justificaciones: es una tragedia humana inadmisible.
No se trata de bandos o banderas. Es un tema de humanidad. No podemos permitir que ninguna población viva lo que está sufriendo la gente en Gaza. Simplemente no podemos mirar para otro lado ante semejante sufrimiento y barbarie. En el pasado nos unimos para decir “nunca más” y ahora estas palabras nos asechan por las noches mientras los muertos se acumulan en nuestras conciencias.
Existen las causas de la guerra justa. Todo pueblo tiene derecho a la legítima defensa, eso es indudable. Sin embargo, la situación actual acusa una desproporción innegable que debe parar. Podemos hablar horas sobre las razones para la ocupación y las intenciones que tiene detrás. Eso es discutible, eso es manejable. Pero el cerco medieval sobre una ciudad que muere de hambre ante los ojos del mundo es algo que queda fuera de toda racionalidad. Es un acto violatorio de la dignidad humana. Es un límite que juramos no volver a traspasar. Es un retroceso humano y una forma sucia de hacer la guerra.

Mal momento para bloquear
Se han anunciado “pausas” para dejar entrar ayuda humanitaria. Me pregunto qué es lo que se está pausando. ¿Una invasión? ¿Un castigo proverbial? ¿Una limpieza profunda de la región? Cuesta trabajo entender la lógica empleada en estos momentos y agradecer una pausa que permite entrar a cuentagotas el ansiado alimento. Menos del 10% de lo que se necesitaría para aliviar a la población entra en dichas pausas.
¿Cuál es el objetivo de esta operación sin término? Cada día que pasa se vuelven más oscuras las razones y más difícil de justificar las formas implementadas. Un principio ético básico dentro de las corrientes humanistas es que el fin nunca justifica los medios. Uno puede tener razón en el fondo y puede tener derecho a defenderse, pero esto no es una carta en blanco para cualquier acción. Incluso en la guerra hay reglas que protegen la dignidad humana. Un fin, por más noble que pueda ser, no justifica cualquier medio. No podemos responder al mal con otro mal. Si nos convertimos en un monstruo para combatir a otro monstruo, al final seremos nosotros mismos, y nuestras acciones, monstruosos.
El juicio de la historia es implacable, pero tarda en llegar. De buena gana cedería la razón con tal de detener la sinrazón. Un niño que muere de hambre no tiene nacionalidad ni credo. No es tuyo o suyo, es nuestro. Protejamos a los nuestros.

