Hace cien años se publicó La raza cósmica de José Vasconcelos. La efeméride ha pasado casi desapercibida en México, lo que no se explica, dado que quizá sea el libro más leído de la filosofía mexicana y, sin duda, uno de los más significativos del pensamiento iberoamericano del siglo XX. Por desgracia, sus detractores, que no son pocos, han construido un grueso muro de silencio a su alrededor. No obstante, a cien años de su publicación, el libro nos sigue cautivando e increpando.
La raza cósmica se publicó en 1925, en Madrid, por la Agencia Mundial de Librería. El libro alcanzó mucha mayor difusión cuando la editorial Espasa Calpe lo reeditó en 1948 y lo distribuyó globalmente. Es entonces que alcanzó la categoría de best seller que no ha perdido desde entonces.
Algo que pocas veces se señala es que la versión de 1925 no es igual a la de 1948.

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La de 1948 incluye un breve prólogo que no aparece en la de 1925. Otra diferencia, más importante, es que la de 1948 sólo incluye la narración del viaje de Vasconcelos al Brasil y la Argentina, eliminando las páginas que en la edición de 1925 narraban su visita al Uruguay y a Chile. El libro pierde con estos cortes porque la narración del viaje a Chile es una de las más interesantes del libro, por todo lo que sucedió en la visita del autor a ese país. La parte sobre Uruguay es más breve y superficial, pero, de todos modos, no deja de tener interés. ¿Qué pasó en Chile? Vasconcelos se atrevió a criticar públicamente al nacionalismo chileno que se enorgullecía de la victoria de ese país en la llamada Guerra del Pacífico contra el Perú y Bolivia. Los países latinoamericanos, afirmaba Vasconcelos, no debían pelearse entre sí, sino, por el contrario, unirse como hermanos en la lucha contra el verdadero enemigo, el gigante del norte del continente que nos somete.
¿Por qué se quitaron esas dos secciones en 1948? Podemos imaginar varias respuestas. Una de ellas es que Vasconcelos no sólo fue crítico de los gobiernos del Uruguay y de Chile, sino, además, de algunos sectores de la sociedad de ambos países, que le parecían dominados por una oligarquía latifundista, militarista y cómplice de los intereses económicos de las corporaciones extranjeras.
Es probable que los editores de Espasa Calpe pensaran en 1948 que algunos lectores uruguayos y chilenos reaccionarían negativamente a las opiniones de Vasconcelos acerca de sus países y que, por razones comerciales, prefirieran eliminarlas. Pero no se puede descartar que el propio Vasconcelos haya decidido quitarlas porque ya no se identificaba con la posición revolucionaria, casi socialista, desde la cual había formulado sus críticas. El Vasconcelos de 1948 ya no era el mismo que el de 1925. Aunque seguía siendo un feroz oponente a la hegemonía de Estados Unidos en el continente americano, su orientación política se había movido considerablemente hacia la derecha.
Hay otra explicación de por qué se eliminó la parte chilena y la uruguaya, y es que ambas narraciones desviaban al lector del argumento central de la obra. El foco del libro estaba puesto en el viaje al Brasil y la Argentina; las visitas al Uruguay y a Chile resultaban irrelevantes para una de las tesis principales que se defienden en la obra, a saber, que en los territorios de los primeros dos países estaba el futuro de la humanidad.
Vasconcelos quedó cautivado con la Argentina y el Brasil. No se entiende La raza cósmica sin esa fascinación que llegó a lo más hondo del espíritu del autor. A Vasconcelos le maravilló la riqueza del territorio, la belleza de los paisajes, la exuberancia de la naturaleza. También le encantó la gente, la hermosura de sus mujeres, la gallardía de sus hombres, la cultura de sus ciudades y de sus campos, el espíritu de trabajo y de progreso, el afán de enseñanza y de civilización.
Aunque todo ello quedó plasmado en la segunda edición de la obra, la de 1948, no debemos olvidar la primera, la de 1925, para entender el mensaje original de Vasconcelos.
Pienso que no sería una buena idea que se reimprimiera la primera edición en ocasión de su centenario.

