Hoy se cumplen tres años de transformación en Tamaulipas. Desde hace décadas, ese estado ha cargado con el estigma de la violencia, por su ubicación geográfica y relevancia como cruce internacional, siempre ha estado en el ojo del huracán.
Durante buena parte del siglo pasado y hasta hace pocos años, un solo partido gobernó. El PRI se enquistó y construyó una élite que, aunque tuvo aciertos, acumuló muchos errores. El hartazgo ciudadano abrió la puerta al PAN y, en 2016, Francisco García Cabeza de Vaca capitalizó el enojo social para llegar a la gubernatura. Pronto quedó claro que su promesa de cambio era una farsa.
Por ejemplo, basta escuchar sus declaraciones recientes desde su obligada residencia en el extranjero para sumarse al tema de moda, presume haber combatido el huachicol fiscal con la incautación de “cerca de medio millón de litros de combustible ilegal”. Traducido, eso equivale apenas a unas quince pipas medianas con capacidad de 32 mil litros. Es como quitarle una cubetada de agua al océano Pacífico. ¿Ése fue el gran combate? Si en verdad se aseguraron, ¿a qué dependencia de seguridad se entregaron? ¿Se devolvieron a sus dueños o qué seguimiento se le dio? ¿Hubo detenidos? ¿Las empresas fueron sancionadas y sus directivos procesados? Preguntas que hasta hoy no tienen respuesta y que exhiben el tamaño de la mentira, porque son parte de mera propaganda.

¿Y si en la propia 4T frenan la electoral?
Cuando tocó entregar la estafeta, el PAN no pudo sostener su discurso de “buen gobierno”. El pueblo decidió ver a otro lado y eligió a Américo Villarreal.
En estos tres años de transformación, su administración ha sido blanco de ataques, noticias falsas y una campaña de descrédito permanente. De ése no se ha escapado, él, su familia, y sus funcionarios. Sin embargo, también ha mostrado firmeza para desmantelar la red de corrupción que le dejaron como herencia. Ese andamiaje que operaba al servicio de caprichos personales hoy ya no marca la agenda pública.
Hoy, el gobierno de Américo Villarreal puede hablar con hechos de una transformación en programas de salud que atendieron rezagos heredados, en apoyo a comunidades rurales y atención social a sectores olvidados que durante años sólo eran utilizados para engrosar clientelas políticas, y con el combate a la impunidad que tanto laceró al Estado de derecho.
La transformación en Tamaulipas no es un discurso vacío. Es el resultado de rescatar al estado de la mentira, la simulación y la corrupción. Y eso, sin duda, es algo que los tamaulipecos hoy agradecen.
Reenviado.
No hay que olvidar que, durante los años del mayor auge del huachicol fiscal, el PAN gobernaba el estado.
