La nueva Ley General de Aguas no propone ninguna alternativa técnica o institucional a largo plazo para resolver el origen del problema: la falta de agua disponible para la producción.
Parecería que los mexicanos estaríamos condenados a vivir y a producir nuestra comida con el agua que extraemos del subsuelo y desaprovechar la oportunidad de proponer una transición hídrica productiva, trasladando a nuestro país de un modelo de prohibiciones y multas a un modelo de infraestructura moderna, disponibilidad y productividad.
En México tenemos una frontera invisible del agua, no es física, es económica y agrícola, una frontera bioclimática entre un norte árido y un sur hídrico con desbalances descomunales, es una frontera que persiste, aunque cambien leyes y gobiernos.

Acuerdo para levantar bloqueos
La desigualdad hídrica es una herencia geográfica, en donde producimos alimentos hay tierra, pero no agua, y en donde hay agua no hay zonas agrícolas aptas ni extensivas y la única manera de reconciliar esta desigualdad es mover agua, no mover a productores.
La ecuación rota del agua.
México no tiene un problema de agua; tiene un problema de distribución del agua: en el sureste sobra, el norte y el noreste sobredemandan, el centro consume más de lo que capta y la ley castiga, pero no repara la ecuación.
Por eso hay que reescribir la ecuación y resolver esta paradoja de la frontera invisible, hay que reestructurar la herencia.
La solución: corredores hídricos nacionales usando infraestructura ociosa de Pemex. Suena aventurado, pero hay que analizar lo siguiente: Tomando valores redondeados de la bibliografía de: Conagua, UNAM, Inegi, Comisión Centroamericana de Ambiente y Desarrollo (CCAD), Universidad Veracruzana, Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático, International Boundary And Water Commission, UGGS, Rio Grande Discharge Data, el sistema Grijalva/Usumacinta, el más caudaloso del país, libera hacia el mar de 5,000 a 5,200 m3 por segundo; el río Coatzacoalcos, 1,160 m3 por segundo; el Papaloapan, de 590 a 660 m3 por segundo; el Pánuco, de 430 a 480 m3 por segundo; el Tonalá, de 80 a 120 m3 por segundo, aunque para este río no hay información tan depurada como con los otros, etc.
Como quiera, la idea es aprovechar los derechos de vía, las estaciones de rebombeo, los permisos ambientales y la infraestructura lineal de Pemex para construir una red nacional de acueductos.
Los ductos de Pemex recorren el país de sur a norte, sus estaciones de rebombeo están bien ubicadas, tienen infraestructura ociosa o en desuso y líneas eléctricas; en otras palabras, gran parte de la infraestructura ya existe, la idea sería construir acueductos paralelos para transportar el agua del sureste hacia el norte, específicamente a los distritos agrícolas, a regiones metropolitanas con escasez, zonas agroindustriales y a zonas con acuíferos agotados o contaminados.
Esto es una visión de país, no de castigos. Con esta idea estaríamos reduciendo la sobreexplotación de los acuíferos, evitamos conflictos sociales y regulación excesiva, y nos permite crecer y producir a mejores costos, reconstruyendo la cacareada soberanía hídrica y alimentaria de México. Pero, sobre todo, es una propuesta de buena fe.

