ENFOQUE MANUAL

El viaje de Maria Corina

Laura Garza<br>*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
Laura Garza*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

El mundo entero, incluido usted y yo, fue testigo de un acto sin precedentes de persecución y de paz.

Maria Corina Machado tras vivir en una especie de autosecuestro, escondida del dictador Nicolás Maduro quien se ha apoderado de Venezuela y le ha robado las vidas a tantos hombres, mujeres y familias enteras.

No había aparecido en ningún evento público, únicamente desde entrevistas vía remota sin ver asbolutamente ni un solo detalle de donde se encontraba. Únicamente una pared blanca, evitando ningún tipo de reflejo en sus ojos y un tono de voz muy bajo.

Recordemos que no solo vive en la clandestinidad, sino que junto con ese escenario cuenta con una orden de aprehensión por parte de la dictadura venezolana.

Ella no ha descansado, ha continuado con participaciones en Foros, en grupos de mujeres latinoamericanas, en donde he tenido el gusto de participar, y por ello y más, su valentía fue premiada con el Premio Nobel de la Paz.

La duda era genuina ¿iría o no? Ella había declarado ya hace tiempo atrás que nunca saldría de su país, por las obvias razones de que no podría regresar, sin embargo ahora lo hizo y con al ayuda diplomática de distintos países llegó hasta Oslo, Noruega.

De acuerdo a información difundida, el mensaje cifrado activó la operación como un desplazamiento militar secundario fue la que llevó a Machado a ser una de las cuatro personas en conocer el plan de ruta. Partieron en un vehículo sin placas por rutas interiores sin vigilancia, después ingresó en una zona militar en donde el coche sin luces, ni ningún ruido, alguien le entregara un cobre con sus documentos diplomáticos para ingresar a Europa.

Casi tres horas después subió a un jet sin insignias y que ahora sabemos que tiene placas de México para dejar el territorio venezolano. Detrás de ella dos aviones F-18 de Estados Unidos la escoltan hasta aterrizar en República Dominicana, en donde esperaron alrededor de hora y media para de nuevo despegar hacia Noruega.

Aterrizó sin ningún tipo de anuncio, Noruega le confirmó la ventana de aterrizaje y llegó directamente a una zona privada en donde un grupo pequeño diplomático la recibió y la llevo al hotel sede.

Maria Corina, un símbolo de lucha, de libertad, de coraje, de pelea, de democracia, de lucha política, de mujer incansable y congruente ha roto las líneas de seguridad de Venezuela.

Supo mentirle a su captor, y él no supo cómo reaccionar.

Ella, la que no se deja ver, la que siempre nos tiene en vilo por su seguridad y su vida, la que mantiene la esperanza en un país que la ha perdido desde hace muchos años. Ella como la luz de tantos venezolanos que siguen en su país y también para los que han salido exiliados de allí.

Esta fotografía es una belleza estética por donde usted la quiera ver.

Hay que tener mucho sentido periodístico para ver a profundida a través de la cámara, la fotoperiodista Amanda Pedersen, la tuvo.

No solo fue seguir con su telefoto al avión que allí aterrizaba, sino buscar entre las ventanas y todos los espacios, algo que remitiera a la mujer ganadora del Premio Nobel y una de las más perseguidas por una dictadura.

Raro que se pudiera ver el rostro con tremendo alcance de seguridad con el que ella vive, pero ya estaba en un lugar seguro, nadie más la perseguía, había aterrizado, o mejor dicho había podido salir de su propia casa.

Maria Corina, la mujer de su derecha en la ventanilla del avión. Sola, porque nadie más la acompaña, porque ha tenido que alejarse para que los demás no arriesguen sus vidas. La que ha gritado a los cuatro vientos la verdad de una dictadura, pero ha tenido que autosilenciarse para vivir y seguir accionando el derecho a defender la libertad, la paz y la democracia.

Había que verla, comprobar que estaba allí dentro. El hermetismo alrededor de su llegada lo era todo.

Venezuela vuelve a ser parte del mundo, el dictador es visto como tal y la mujer que no ha descansado por liberar a un país entero, están en la boca de todos.

Allí en pequeñito, en la orilla de una ventana por ahora. Seguramente en poco tiempo abarcará todo, las ventanas, los aviones, los cielos, los escenarios con y sin micrófono porque la paz y la justicia, en algún momento regresan, junto a los millones de venezolanos exiliados en el mundo,

El viaje de María Corina
El viaje de María Corina ı Foto: Reuters
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