Para mayo del próximo año quieren aprobada la Reforma Electoral. Por lo que se sabe, ya que la iniciativa está en elaboración por la Comisión Presidencial que encabeza Pablo Gómez, nada bueno vendrá y significará un colapso en términos democráticos.
La amenaza es evidente, aunque por momentos no se calibre del modo adecuado, sobre todo porque para la población imperan urgencias de otra índole, como las económicas, las de salud y las que provienen del crimen.
El despiste, sin embargo, será más que costoso, cuando se consume el plan establecido por Andrés Manuel López Obrador desde febrero de 2024 y del que ya se cumplieron la desaparición de los órganos autónomos y la elección de ministros, magistrados y jueces por voto popular.

¿Y si en la propia 4T frenan la electoral?
Habría que hacer un paréntesis sobre el Tribunal Electoral, porque ahí lo que imperó fue una autodestrucción interna que ya no requirió de ajustes mayores.
Lo que está pendiente es el objetivo de debilitar al INE para capturarlo definitivamente, cancelar los Oples, reducir el financiamiento de los partidos y suprimir la representación proporcional.
En los hechos, lo que se pretende es una transformación del sistema electoral, pero en reversa.
De lo que se trata es de complicar las posibilidades de la alternancia política y sepultar los esfuerzos reformistas y la construcción que de ellos derivaron desde los años setenta del siglo pasado, cuando cada cambio en el marco electoral fue acompañado del consenso de la oposición.
Las dudas que persisten tienen que ver en cómo le hará Morena para mantener la alianza con sus partidos satélite, el Verde y el PT, ya que serán también afectados por los cambios.
También está en el tablero el papel que jugará la oposición, aunque de ellos no dependa el resultado. El PRI ya señaló con claridad que no entrará a discutir la reforma, porque no quiere legitimarla.
El líder de los diputados priistas, Rubén Moreira, pronosticó: “Quieren hacer una reforma electoral que nadie pidió, para que no existan más partidos políticos que los de ellos”.
Federico Döring, vicecoordinador del PAN, expresó con rotundidad que “todo lo que están haciendo es una farsa, una puesta en escena y no garantiza absolutamente ningún resultado democrático. Sentarnos con Pablo Gómez sería un error histórico”.
A estas alturas es ingenuo el pensar que la discusión política y la parlamentaria significarán ajustes a lo que ya está decidido desde hace tiempo, y que responde a un diseño de otro régimen, en el que las oposiciones sólo tendrán un papel ornamental.
Está también pendiente el procesamiento de la iniciativa ciudadana que presentó la Marea Rosa, que logró 188 mil firmas de respaldo y que es un mérito que, por desgracia, será testimonial. Si en el INE no detienen su marcha, con algún pretexto, lo hará la mayoría oficialista de inmediato en la Cámara de Diputados. Es invierno, sí, el de la democracia.

