Parece tan absurdo que cuesta creerlo, pero hoy el público en Israel se pregunta seriamente si su propio primer ministro, Netanyahu, es un agente secreto de Catar, el reino que durante años financió a la organización terrorista Hamás. Hace más de un año salió a la luz que tanto la policía como el Servicio de Seguridad General estaban investigando a tres de los asesores más cercanos al primer ministro, así como a una serie de figuras de los medios, las fuerzas de seguridad y la política, bajo sospecha de haber recibido dinero de Catar para promover los intereses del reino en medio de la guerra.
Hoy sabemos que Catar, aliado de Irán y principal financiador de Hamás, utilizó a estos personajes para manipular a la opinión pública israelí con dos objetivos principales: (1) aplazar el cese al fuego, de acuerdo con los intereses de Catar y, probablemente, de Hamás; y (2) deslegitimar a Egipto como mediador entre Hamás e Israel y ensalzar a Catar como el único actor en la región capaz de resolver el conflicto. A través de una empresa fantasma y un agente de nacionalidad estadounidense, Catar transfirió pagos mensuales a una serie de agentes dobles que trabajaban para el primer ministro israelí.
Esta semana salieron a la luz varias conversaciones de WhatsApp entre tres de los asesores más cercanos a Netanyahu y, además, uno de ellos decidió dar una extensa entrevista en televisión nacional explicando el funcionamiento del esquema. Se trata, sin lugar a dudas, del caso de traición más dramático en la historia de Israel. No sólo porque los asesores de Bibi trabajaron para un Estado enemigo, sino porque lo hicieron nada menos que durante la guerra más cruenta en la historia del país.

La gasolina no sube
La pregunta más importante que queda por responder es si el propio primer ministro también es parte del esquema. Resulta difícil creer que Netanyahu no supiera lo que estaba ocurriendo bajo sus narices. Durante meses, sus voceros y asesores enviaron decenas de mensajes a los medios de comunicación en nombre de Netanyahu. En algunos casos, ¡fue el mismísimo reino de Catar el que elaboró los mensajes y las narrativas! Es decir, lo que los medios creían que eran mensajes del primer ministro provenían directamente de Doha. Cuesta imaginar que Netanyahu, conocido por su obsesión con los medios de comunicación, no se haya dado cuenta de semejante maniobra.
Aún más alarmante resulta que, incluso después de estas revelaciones, Bibi no haya decidido condenar públicamente a sus asesores ni llamar a una investigación. Por el contrario, durante meses intentó, hasta lograrlo, despedir al jefe del Servicio de Seguridad, que estaba liderando esta investigación, y reemplazarlo por una figura cercana a él.
Aunque todavía no existe evidencia concreta de que Netanyahu supiera que prácticamente toda su oficina estaba trabajando para Catar, la probabilidad es tan alta que el público hoy se pregunta si él también es un agente doble. ¿Cuál podría ser el interés de Bibi en avanzar la agenda de un Estado enemigo?

