FRONTERA DE PALABRAS

Irma Palacios: el arte de la expresión

Mauricio Leyva. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón
Mauricio Leyva. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón Foto: *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.

“La vida y el arte no pueden ir separados en una persona.

Yo tengo vida porque me dedico al arte”

Irma Palacios

Irma Palacios ha sido designada para recibir el Premio Nacional de Artes y Literatura 2025 en la categoría Bellas Artes. El anuncio ha sido bien recibido por la comunidad cultural nacional e internacional, no sólo porque se trata de una creadora excepcional, sino también porque ha sido una mujer revolucionaria en muchos sentidos. Ella es originaria de Iguala de la Independencia del estado de Guerrero y desde pequeña siempre quiso ser artista. En su tierra natal participaba en actividades artísticas porque una voz poderosa ya comenzaba a crecer en su interior y cada vez se hacía más grande y potente. Es decir, el llamado crecía como un impulso incontenible y, ya trabajando, comenzó a estudiar en la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado La Esmeralda y la Academia Nacional de San Carlos, intercalando su trabajo con sus estudios. Al lado de los Leñero (Irma Palacios fue compañera de vida del entrañable Francisco Leñero) inició un taller de grabado y su arte comenzó a reconocer sus impulsos, sus colores y su voz de creadora se expandió. Expuso en la quinta bienal de arte de Sharjah. La invitación llegó a al espacio de su galerista, el maestro Ramón López Quiroga y envió ocho cuadros. Su éxito fue contundente, Irma Palacios ya mostraba esos colores suyos que son conmovedores; su poética de artista plástico tuvo un lirismo único y revolucionario porque sus trazos y sus juegos de luces son indescriptibles: “La vida y el arte no pueden ir separados en una persona. Yo tengo vida porque me dedico al arte”, esto ha dicho Irma Palacios y precisamente, esa fe y esa fuerza las supo contener y plasmar en su mensaje pictórico, el cual la llevó a ganar la Primera Bienal de Pintura Rufino Tamayo. En esa Bienal su obra comenzaba a imponerse por “la abstracción lírica que la ha convertido en una figura clave del arte contemporáneo”, como lo señaló el INBAL. Esa presencia la acercó a Manuel Felguérez, Francisco Toledo, Leonel Maciel y otros creadores y creadoras sin parangón. A lo largo de su trayectoria ha obtenido el Premio de Adquisición del Salón Nacional de Artes Plásticas (1985), la Beca Guggenheim (1986) y la Medalla Bellas Artes (2022), entre otras. La dama de la pintura mexicana ha afirmado también: “Yo pinto para descubrirme a mí misma en la pintura” y es cierto, cuando uno la ha conocido y ha gozado de su carcajada, de su afecto, de su larga charla en medio de su comida favorita y ha tenido la oportunidad de contemplarla imaginando un trazo o capturando un destello de la vida que después se convertirá en un relámpago de pintura, no puede más que reconocer que mucho de ella está en su pintura. Alguna vez, el también guerrerense excepcional Leonel Maciel me enseñó que la diferencia entre un artista y un creador era una sola cosa: el milagro.

En Irma Palacios el milagro, la revelación es una realidad, por ello, el mensaje de la Secretaría de Cultura Federal: “Se le reconoce no sólo por ser una artista prolífica y rigurosa, sino también una creadora que ha sostenido un compromiso ético y estético a lo largo de más de 60 años. Su trabajo ha sabido mantener la frescura de la experimentación sin renunciar a la profundidad conceptual. Es una figura que ha contribuido de manera decisiva a expandir las posibilidades del lenguaje pictórico en México, articulando una voz sensible, firme y generosa”, resulta ser un mensaje que coloca en su justa dimensión a una de las artistas vivas más importantes de este siglo naciente

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