Escritores enfermos/1

LAS CLAVES

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Dicen que la tuberculosis fue el padecimiento más común en los espacios literarios y artísticos del siglo XIX. La tisis, malestar distinguido: las grandes heroínas de la novela y del drama teatral fallecían de manera sublime aquejadas por esa dolencia. Durante el periodo romántico se conceptualizaba el ‘sufrimiento clínico’ como un estado superior de vida vinculado a la profundidad espiritual. La angustia, lo sombrío y lo misterioso conformaban los índices de la creatividad. Las hermanas Brontë, Bécquer, Lord Byron, Keats, Schiller y Chéjov, entre otros, se vieron acechados por la ‘peste blanca’.

La palidez espectral del tísico era una muestra de desdén hacia lo frívolo y lo vulgar. Lord Byron presumía su marchitamiento, se miraba al espejo y exclamaba: “Estoy pálido, me gustaría morir así, todas las mujeres suspirarían al verme bajo esa apariencia espectral”. Schopenhauer escribió: “La tisis es un estado auténtico y verdadero de la vida: es cierto, debilita la voluntad, pero fortalece y estimula el pensamiento”. Thomas Mann aseveraba: “La tuberculosis es la enfermedad de las pasiones frustradas”. 

Una de las grandes novelas del siglo XX, 1984, fue concebida por un George Orwell tuberculoso. El poeta Vicente Aleixandre, Premio Nobel de Literatura 1977, pudo retirarse a escribir con tranquilidad aconsejado por los doctores ante la salud extremadamente delicada que lo asedió hasta el final de sus días: una nefritis tuberculosa devino en la extirpación de un riñón que lo acarrea a la muerte a los 86 años por una hemorragia intestinal.  

¿Existe una privativa atadura entre sufrimiento y literatura? Todo parece indicar que sí. Me adentro en episodios de la vida de Jack London, desnutrido buscando oro en los yacimientos mineros de Klondike, donde lo invade el escorbuto, la hinchazón de la encía, la pérdida de la dentadura frontal, úlceras en la cara y dolores agudos en la cadera. ¿Se suicida en realidad el autor de Colmillo blanco o todo fue efecto de una serie de infaustos incidentes clínicos? 

Leo en internet sobre los problemas de depresión y de trastorno bipolar que afectaban a la autora de Las olas. Virginia Wolf nunca superó las fiebres y los iniciales síntomas de fastidios cardiacos y pulmonares: desesperada decide suicidarse. Ernest Hemingway lidió toda su vida contra la depresión maníaca/trastorno bipolar y el alcoholismo: consecuencias de sus inestabilidades mentales. Recibe terapia de electrochoques que agrava su estado. Era un hombre fornido: en sus últimos días paso de pesar 120 a 50 kilos. Por la pérdida de la memoria le confiesa a un amigo: “Soy un guerrero vencido, no soporto vivir en este mundo que ya es un estorbo”. El Premio Nobel de Literatura 1954 se disparó en la boca con una de las escopetas que utilizaba para cazar.  

Indago sobre los días finales de Edgar Allan Poe, los informes sobre las causas del fallecimiento del autor de La carta robada van del suicidio al asesinato. También se señala que muere por  cólera, rabia, sífilis y alcoholismo. Dicen que fue secuestrado por funcionarios electorales, quienes lo emborracharon para conminarlo a votar y después, ya en estado de consustancial embriaguez, lo abandonaron a su suerte y perece.

Portada del libro 'Cuentos Completos'
Portada del libro 'Cuentos Completos'Foto: Especial

Cuentos Completos

  • Autor: Edgar Allan Poe
  • Traducción: Julio Cortázar
  • Editorial: Edhasa