Carlos Olivares Baró

Los labios, los besos

LAS CLAVES

Carlos Olivares Baró*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Carlos Olivares Baró
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

La reminiscencia, dice Paul Auster en La invención de la soledad, se hace latente “como un lugar, como un edificio, como una serie de columnas, cornisas, pórticos. El cuerpo dentro de la mente, como si nos moviéramos allí dentro, caminando de un sitio a otro, y el sonido de nuestras pisadas mientras caminamos de un sitio a otro. Memoria: el espacio en que una cosa ocurre por segunda vez”. Tengo 15 años, el patio del colegio emerge envuelto en la bruma: ella está frente a mí, le tomo las manos, la beso.

Es mi novia se llama María, tiene los labios empapados de júbilos. La veo en los destellos de su sombra proyectada en las baldosas de la explanada: todos juegan, corren, galopean sobre los instantes de la libertad del recreo: la beso a escondidas de los maestros. Algunos detalles los evoco con pureza; otros, han muerto, así como pierde la coloración una vieja fotografía. Nada he olvidado; pero, todo discurre sin orden: fulgores esparcidos en el agua turbia de los relojes de la remembranza. ¿Cómo fue realmente el beso, o los besos?

María tenía siempre los labios humedecidos, oreados, palpitantes y ávidos: yo radiaba mi caricia por su torso con torpe pretensión, zambullido en los prodigios del deseo por la incontenible borrasca de la adolescencia. Hay heridas sobre los archipiélagos de esos escarceos que ahora rememoro. Cito a José de Espronceda bajo el oleaje del recuerdo de los besos que me regalaba María. “¡Una mujer! En el templado rayo / de la mágica luna se colora / del sol poniente al lánguido desmayo, / lejos entre las nubes se evapora; / sobre las cumbres que florece mayo / brilla fugaz al despuntar la aurora, / cruza tal vez por entre el bosque umbrío”. Los labios de María hondos, recónditos y rociados en los que yo me ahogaba con ebriedad fugitiva.

El escritor argentino Andrés Neuman en el Anatomía sensible designa a los labios como “boca centinela: caprichosa, habla en nombre del cuerpo entero. Está llena de otros”. Pablo Neruda afirma: “Entre los labios y la voz, algo se va muriendo. Algo con alas de pájaro, algo de angustia y de olvido”. Recuerdo que después que María enjugaba sus labios en los míos, yo le recitaba de memoria esta estrofa del Premio Nobel chileno: “En mi cielo al crepúsculo eres como una nube / y tu color y forma son como yo los quiero. / Eres mía, eres mía, mujer de labios dulces, / y viven en tu vida mis infinitos sueños”.

Leo la novela Los besos (Planeta, 2021), de Manuel Vilas: ‘historia de amor’ a primera vista, el enamoramiento: algo turbulento, inquietante y pasional. Salvador, el protagonista: romántico idealista incurable; Monserrat, una hermosa mujer de piel morena con unos “ojos negros llenos de violencia, con manos grandes, con unos labios en donde aparecía una media sonrisa levantada en armas, con una autoridad diabólica y divina a la vez”. Tengo 15 años: estoy frente a María. Ahora, después de casi 60 años, descubro que nos besábamos buscando designios todavía hoy innombrables, comarcas donde converge la ternura inaugural del amor. “En la red de mi música estás presa, amor mío, / y mis redes de música son anchas como el cielo” (Neruda). Sí, Maria tiene los labios empapados de júbilos.  

Los besos
Los besos
Los besos
  • Autor: Manuel Vilas
  • Género: Novela
  • Editorial: Planeta, 2021