Las antítesis de Marción

TEATRO DE SOMBRAS

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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La historia del cristianismo es una historia de interminables debates. Hoy en día podemos estudiar algunos de ellos con la frialdad del historiador, pero en su momento, fueron cuestiones tormentosas. Algunas de las polémicas más interesantes sucedieron en el cristianismo primitivo, poco después de la muerte de Jesucristo.

Marción de Sinope, en un grabado antiguo.
Marción de Sinope, en un grabado antiguo.Foto: Especial

Aquí quisiera recordar las polémicas en torno a la doctrina de Marción de Sínope (110-160 d.C.) que fue excomulgado por sus tesis heréticas.  

Marción fue autor de varios libros. Todos se han perdido. Lo que sabemos del marcionismo es por vía indirecta, es decir, por lo que sus oponentes, entre ellos Tertuliano, dijeron acerca de esa doctrina. No obstante, podemos reconstruir —siempre de manera hipotética— lo que en verdad afirmaban Marción y sus seguidores; tarea que han llevado a cabo destacados especialistas como Alfred von Hartnack.  

 Marción estaba convencido de que la mayoría de los textos cristianos que circulaban en su tiempo no expresaban de manera fidedigna el mensaje de Jesucristo. Por lo mismo decide reunir los documentos que él consideraba eran los legítimos y hacer a un lado los que tomaba como espurios. De esta manera, el primer testamento cristiano fue obra de Marción, que estuvo compuesto únicamente por una parte del Evangelio de Lucas y algunas de las cartas de Pablo. El Nuevo Testamento que ahora conocemos, canonizado en el Tercer Concilio de Cartago en 397 d.C., se compiló, en buena medida, como una respuesta al proyecto previo de Marción.  

 Marción sostenía algo que ahora nos resulta muy extraño: que no hay un Dios, sino dos. Uno bueno, el superior, y otro malo, el inferior. Este mundo fue creado por el Dios malo, el llamado demiurgo. Marción recordaba aquella frase de Jesucristo de que “por sus frutos los conoceréis” para razonar de la siguiente manera: si el mundo es malo —como resulta evidente— y el mundo ha sido creado, entonces, el creador del mundo también debe ser malo. Sin embargo, la buena noticia que nos trajo Jesucristo es que el demiurgo que creó el mal, el dolor y el sufrimiento, no es el único Dios, sino que hay otro Dios bondadoso, que se ha compadecido de la humanidad y ha enviado a su hijo, Jesucristo, para salvarnos del pecado y de la muerte. Con esta solución radical parecería que el marcionismo resuelve de un golpe el llamado “problema del mal”, que le ha quebrado la cabeza a todos los teólogos cristianos. Sin embargo, también de un golpe, genera otro problema: el de la coexistencia de dos divinidades. Por si fuera poco, el problema del mal no acaba de desaparecer, porque si Dios era bueno, no se explica por qué permitió que el Demiurgo hubiera creado un mundo en donde existiera el mal. 

 Marción consideraba que los primeros apóstoles no acabaron de entender la enseñanza de Jesucristo porque todavía adoptaban una cosmovisión hebrea. El primero que comprende de manera plena el mensaje de Jesucristo, el único apóstol verdadero, fue Pablo de Tarso. Según Marción, el Antiguo Testamento habla del Demiurgo, de una divinidad tribal, legisladora, celosa, que exige sacrificios de sangre, que se enoja y que se venga. El Dios de Jesucristo es otro, es un Dios de amor, de caridad, de perdón, un Dios Universal que está más allá de las leyes y por encima de la justicia. Marción pensaba que identificar al Dios del Antiguo Testamento, al Dios de Abraham, con el Dios del Nuevo Testamento, el Dios de Jesucristo, era un terrible error que había sido propiciado por quienes querían distorsionar el mensaje de Jesucristo.  

Marción pensaba que Jesucristo se nos apareció en forma humana, pero que, en realidad, no era un ser material como nosotros, sino una especie de holograma. A esta doctrina sobre Jesucristo, juzgada como herética en el Primer Concilio de Nicea de 325 d.C., se le conoce como docetismo. Un problema con esta doctrina es que si Jesucristo no nació de una mujer, no vivió como un hombre y no murió en la cruz, no podemos encontrar en él una enseñanza real de vida para los seres humanos. Otro problema, todavía más grave, es que si Cristo no murió, entonces no resucitó, lo que, según el propio Pablo, sería razón suficiente para abandonar la religión cristiana.