El globo chino

EL ESPEJO

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Un globo de fabricación china sobrevoló durante varios días el territorio estadounidense, cruzando desde el noroeste por Montana y llegando hasta la mitad de la costa este, en Carolina del Sur, hasta que este sábado fue alcanzado y derribado por un jet de la fuerza aérea. El episodio ha generado tanta tensión y ha tocado las fibras sensibles de las complicadas relaciones entre Estados Unidos y China, que incluso se canceló de último minuto la visita que haría el secretario de Estado, Antony Blinken, ese mismo fin de semana a la capital china en Beijing.

Durante este periodo se dio un enorme debate que evidencia el nerviosismo con el que se vive la relación entre estas dos potencias. Mientras el gobierno chino no deja de señalar que se trataba de un globo para la investigación metereológica desviado por el clima y cuyo derribo era innecesario, las autoridades estadounidenses aseguran que en realidad se trataba de un artefacto para el espionaje con capacidad de maniobrabilidad. Cualquiera que sea el caso, la ineficacia de los canales de comunicación entre estos países, así como la escalada en la respuesta, nos da una muestra de cómo esta rivalidad geopolítica comenzará a tener cada vez más episodios que seguirán elevando la temperatura de este conflicto ya nada velado.

Ambos gobiernos han saltado a la ofensiva en esta competencia entre potencias, lo que explica que un globo, incluso si fuera efectivamente para la investigación científica, pueda provocar tantas tensiones. Y es que, aun cuando existe un abismo entre las capacidades bélicas absolutas de ambos países —China tiene un gasto militar que equivale a 36% del gasto de Estados Unidos—, ya ha habido momentos en que las alarmas estadounidenses se han prendido ante avances tecnológicos inesperados. Por ejemplo, a mediados del 2021 el gobierno chino lanzó un cohete supersónico con capacidad nuclear que podría burlar los sistemas de defensa tradicionales de Estados Unidos y otras naciones aliadas. El gobierno estadounidense también estaba trabajando en una tecnología equivalente, pero aún a varios años de su implementación. Ese rebase por la izquierda puso en alerta a una nación que se creía tecnológicamente inalcanzable.

Precisamente ese evento detonó la escalada de sanciones y restricciones para vender procesadores y semiconductores avanzados a empresas de origen chino, impuestas por el gobierno de Trump y profundizadas por el de Biden, pues el mercado global había permitido a los chinos importar la tecnología que ellos aún no podían producir. El mayor productor de estos semiconductores de alta tecnología se encuentra en Taiwán, lo que también explica la voluntad con la que el gobierno de Biden ha señalado que intervendría militarmente en caso de una invasión de China a esta isla, que demanda como suya. Igualmente, esto es lo que está detrás de las políticas de nearshoring para que las nuevas inversiones para microchips estén en nuestra región, lo que podría beneficiar a México, pues ahora es una cuestión de seguridad nacional para los estadounidenses asegurarse de no ser rebasados tecnológicamente. Por eso un globo puede poner tan nervioso a todo un país.