Rafael Rojas

Por qué respaldar la democracia en Guatemala

VIÑETAS LATINOAMERICANAS

Rafael Rojas*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Rafael Rojas
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Guatemala ha sido, histórica y geográficamente, el puente natural entre México, Centroamérica y el Caribe. A diferencia de México, que desde los tiempos de Lázaro Cárdenas logró equilibrios mínimos en su relación con Estados Unidos, la otra región, la de Centroamérica y el Caribe se afianzó en la Guerra Fría como patio trasero de Washington.

Después de la Guerra Fría, cuando predominaron regímenes autoritarios y guerras civiles, vendría una sucesión de gobiernos corruptos e impunes, con muy poca capacidad y voluntad de distribución de la riqueza nacional. Por eso la llegada a la presidencia de Bernardo Arévalo y el Movimiento Semilla, dos actores tan comprometidos con la lucha contra la corrupción como con la ampliación de derechos sociales, es un fenómeno que suscita la solidaridad de varios gobiernos de la región.

Después de obstáculos de última hora, Arévalo pudo tomar posesión de su cargo este domingo, enfrentando tanto al presidente saliente Alejandro Giammattei, a la mayoría del congreso guatemalteco y a varios funcionarios del Ministerio Público, como los fiscales Consuelo Porras y Rafael Curruchiche. No será fácil para el nuevo gobierno afrontar sus proyectos con esa colosal resistencia.

Algunos gobiernos de la región como el chileno de Gabriel Boric y el colombiano de Gustavo Petro leyeron bien la delicada situación. Ambos mandatarios viajaron a la capital del país centroamericano para brindar apoyo al nuevo presidente. Otros líderes de la corriente más autoritaria de la izquierda regional, como Nicolás Maduro y Miguel Díaz-Canel, celebraron la toma de posesión, pero no viajaron a Guatemala.

Tampoco lo hizo el Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, a pesar de anunciar que asistiría y de ser retado por Giammattei para que lo hiciera. ¿Cómo interpretar estas reticencias en algunos flancos de la izquierda latinoamericana al gobierno legítimamente electo de Arévalo? La explicación tal vez se encuentre en el protagonismo que han tenido la OEA y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en la defensa del nuevo presidente y su partido Semilla.

La Comisión Internacional contra la Corrupción y la Impunidad de Guatemala, un organismo instalado en el país centroamericano con apoyo de la ONU y la OEA, que ha respaldado a Arévalo, fue expulsada del país en 2019 y Giammattei ha mantenido los vetos en su contra. Una fuerte visibilidad en la toma de posesión de Arévalo de cualquiera de esos mandatarios los hubiera hecho convivir, por unas horas, con Luis Almagro y otros funcionarios de la OEA.

En su discurso inaugural, Arévalo dijo que los nuevos autoritarismos, especialmente en Centroamérica, no son únicamente los que provienen de regímenes como el nicaragüense. También hay amenazas que nacen de la reacción de una derecha que opta por la militarización y la guerra, en poco velada alusión al gobierno de El Salvador. Ortega y Bukele tampoco estuvieron allí.