Valeria López Vela

Un poco de ilusión en Venezuela

ACORDES INTERNACIONALES

Valeria López Vela*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Valeria López Vela
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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En esta columna, he dado puntual seguimiento al deterioro de la sociedad y de la política venezolana, consecuencia de la llegada de Hugo Chávez al poder.

En 2012, tras su muerte, escribí: “El presidente plenipotenciario ha muerto y esperemos que con él se extingan prácticas que atentan contra lo más valioso del hombre: la libertad. Lo relevante no es que muera Chávez, político caduco; lo central es que muera el chavismo: ¡qué la sombra de su periodo no acompañe más los días de los venezolanos! ¡qué se olviden del mito del mesías bolivariano que mediante dádivas mantenía el control! ¡qué lleguen los tiempos de la justicia y se acaben las horas de la caridad!

El principal reto cultural es el de transfigurar el icono de Chávez por el de la democracia y la libertad. El liderazgo carismático de Chávez deja poco legado y muchas oportunidades para la oposición. A los chavistas hay que exigirles respeto a la democracia y a la Constitución.

Chávez hablaba, pero no negociaba; Chávez tuvo el poder, pero no gobernó; Chávez fue un enemigo de la libertad; Chávez fue un dictador y, por ello, no le echaremos de menos”.

El desgaste del régimen chavista abrió la posibilidad de éxito del joven Henrique Capriles, un político y candidato con experiencia y que no conocería la derrota sino hasta las últimas horas de esa fecha. Chávez se impuso con 50.6% de los votos frente a un digno rival que ganó 49.1% de los sufragios.

La noche del 8 de octubre de 2012, cuando supe los resultados electorales en Venezuela —el triunfo de Maduro y la derrota de Capriles— sentí coraje y preocupación.  Desde entonces, no he dejado de pensar lo difícil que ha sido para los venezolanos recuperar la democracia perdida.

Durante estos años, hemos visto la erosión —política, económica y social— de Venezuela; el papel de la oposición ha sido responsable y comprometido con la democracia. Han intentado las vías jurídicas correspondientes para contener los excesos del Gobierno de Maduro; sin embargo, creo que esa prudencia se convirtió en inercia, en resignación.

Diez años después, se abre una ventana —pequeña y modesta— que permita a los venezolanos salir del laberinto del populismo. El domingo, María Corina Machado —opositora constante del régimen de Chávez y de Maduro— se convirtió en la candidata de la oposición con un amplio número de votos y simpatizantes.

Es un pequeño paso que, con esfuerzo y con suerte, puede consolidarse y resistir a los embates del régimen para inhabilitar su candidatura o cuanta mal obra barata intenten para frenar el camino de la libertad y de la democracia.

Escribo con la esperanza de que ocurra un giro que mejore el destino de los venezolanos. Todavía no ha llegado ese día, pero si algo no debemos a las injusticias es el silencio que las valida.