Elena Poniatowska: La sociedad fue admirable

La escritora y periodista comparte a La Razón cómo fueron los meses en que reporteó la tragedia; documentó la explotación laboral de las costureras que estaban atrapadas

La escritora,  en una foto de 2024.
La escritora, en una foto de 2024. Foto›Cuartoscuro

Cuando ocurrió el sismo de 8.1 grados Richter el 19 de septiembre de 1985, la escritora y periodista Elena Poniatowska impartía una clase de literatura al sur de la ciudad. De inmediato, al saber la magnitud del desastre, no dudó, tomó a sus hijos, Paula y Felipe, y se fue a la zona de mayor desastre: el Centro Histórico.

Al primer lugar que llegó fue al Hotel Regis, en avenida Juárez 77, el cual había colapsado. Ahí presenció las primeras muestras de solidaridad que después documentaría en otros lugares: la gente con más fuerza tomó palas y picos para salvar a los sobrevivientes entre los escombros; al mediodía acudieron mujeres con comida —arroz, frijoles, lo que pudieron— y la gente dio refugio en sus casas a vecinos y familiares que habían perdido su hogar.

“La sociedad en aquella época fue admirable. Llevaban a la gente a su casa a vivir, no sólo era dar un vaso de agua o una comida, cobija; había muchos actos de solidaridad. México es un país con un corazón inmenso”, comparte Elena Poniatowska en entrevista con La Razón.

Ofrenda en el Zócalo capitalino, el Día de Muertos, para recordar a las víctimas.
Ofrenda en el Zócalo capitalino, el Día de Muertos, para recordar a las víctimas. Foto›Museo Archivo de la Fotografía

La periodista con más de 70 años de trayectoria destaca que en aquel momento la solidaridad de los más vulnerables fue muy evidente y sirvió de ejemplo para todos.

“Siempre he visto que la mayor ayuda casi siempre viene de los más pobres. Los más olvidados son los que están más dispuestos a dar de sí; finalmente, tienden la mano y ayudan. Los que subían los edificios con pico y pala eran hombres de camiseta, de mezclilla, gente sin recursos, que entre sí se ayuda y se apoya”, recuerda.

Los gestos de solidaridad incluso se “contagiaron” a otras esferas de la sociedad, las personas que vivían en colonias acomodadas y de mayores recursos en el entonces Distrito Federal.

  • ¿Sabías qué...? El grupo Topos surgió después del sismo. Eran cuadrillas de rescate que comenzaron a organizar las labores para salvar vidas en los edificios.

“Sí hubo solidaridad, mucha gente ayudó, hizo acopio. Muchas señoras de Las Lomas que ni siquiera se imaginaban que existía Tepito o las colonias más pobres, de repente las descubrieron. Entonces se preocuparon, cambiaron de actitud, se volvieron más solidarias. Llevaban agua, luego leche, todo lo que les pedían, sobre todo cantidades de ropa. Vaciaban su clóset”, comparte la periodista, quien es autora del libro Nada, nadie. Las voces del temblor, en el que reúne los testimonios de quienes se levantaron de la catástrofe y legaron diversas enseñanzas para el futuro.

En el lujoso Hotel Regis, famoso por el salón Don Quijote, con escenas de dicha novela en los azulejos, Elena Poniatowska tomó el testimonio de un señor que sobrevivió.

“En el Hotel Regis, el señor se agarró de la cortina y, como en el circo, se aventó hacia la calle; pudo caer hacia fuera. Inmediatamente después vio que todas las ventanas volaban en mil pedazos. Salvó su vida”, recuerda la escritora de La noche de Tlatelolco.

La cifra de fallecidos en la lujosa construcción oscila entre las 76 y 176 personas. En el Regis solían hospedarse personalidades del mundo de la cultura, el entretenimiento y la política. Ahí estuvieron en alguna ocasión Fidel Castro, Richard Nixon, Nahui Ollin y Dolores del Río, entre otras más.

Brigadistas quitando escombros en lo que fue el Centro Médico Nacional.
Brigadistas quitando escombros en lo que fue el Centro Médico Nacional. Foto›Alejandro Sánchez Mociños

INJUSTICIA Y PRECARIEDAD. Ella no podía agarrar palo y pico para ayudar, pero sabía que su mayor aporte sería documentar no sólo las historias de los sobrevivientes, sino también las que revelaron injusticias y explotación laboral, como ocurrió cuando fue a la fábrica textil de San Antonio Abad, donde miles de costureras quedaron atrapadas entre los escombros.

“Las costureras eran las más olvidadas. Estuve con ellas durante muchísimos días, acompañándolas en la calle, esperando a que sacaran a compañeras que todavía no salían. Estábamos sentadas en la banqueta. No me tocó tomar una pala y sacar los escombros, pero me tocó estar ahí todo el tiempo”, dice Elena Poniatowska.

La galardonada con el Premio Cervantes destaca que fueron mujeres muy valientes y se las ingeniaron para lograr salvar a sus compañeras, pues de las 800 fábricas que existían, al menos 200 se derrumbaron por completo y el resto quedó con daños, según un reporte de 1985, de la Cámara Nacional de la Industria del Vestido.

Todo el día y la noche del 19 de septiembre sacaron gente y, aunque al otro día llegó el Ejército para, supuestamente, evitar que se robaran maquinaria, se quedaron para seguir salvando vidas.

“Las mujeres eran muy valientes, recuerdo a las costureras; los rollos de tela de los pisos de arriba los aventaban a la calle y caían muy bien; por ahí se deslizaban como Tarzán, como se ve en las películas”, recuerda.

Estaban solas, pues la ayuda para rescatar cuerpos llegó después de 15 días, luego de las exigencias de los trabajadores para recibir apoyo.

  • ¿Sabías qué...? También se fundó el Sindicato de Costureras 19 de Septiembre para luchar por contratos, tener lugares seguros de trabajo y obtener justicia.

SOCIEDAD ORGANIZADA. Debido a las injusticias y abandono que vivieron las costureras durante el terremoto, tanto del gobierno como de la empresa que las contrató, comenzó una lucha por sus derechos y formaron el Sindicato de Costureras 19 de septiembre, liderado por Evangelina Corona. Lograron que el entonces presidente Miguel de la Madrid reconociera que en los 800 talleres las mujeres vivieron explotación laboral, pues incluso después de la tragedia los jefes les exigían trabajar si el inmueble no estaba dañado.

De tal manera que el sismo del 19 de septiembre no sólo movió la tierra, también sacudió a una sociedad civil que se supo capaz de hacer cambios y exigir sus derechos laborales.

“Evangelina Corona luego fue diputada; otras costureras fueron senadoras. A raíz de ese sismo me hice amiga de Evangelina, tuve una gran admiración por ella”, dice la autora, quien recuerda que la líder era una buena oradora.

El sismo también reveló la incapacidad del Gobierno para reaccionar ante la tragedia. Elena Poniatowska todavía tiene muy viva la cara desencajada del presidente Miguel de la Madrid, la primera vez que apareció ante la sociedad y los periodistas que se encontraban haciendo recorridos.

“Recuerdo que el Gobierno tardó mucho; Miguel de la Madrid tenía cara de miedo, de susto, tardó mucho en llegar a los lugares del terremoto. Llegaba con los ojos abiertos. Estaba también Manuel Camacho Solís; él era muy eficaz, le decías: ‘Se necesita una silla de ruedas’ y la mandaba con una tarjeta que decía: ‘Cortesía de Paloma de la Madrid’, la esposa del presidente”.

En su discurso del 20 de septiembre de 1985, Miguel de la Madrid reconoció la incapacidad del Gobierno para reaccionar ante la tragedia.

“Infortunadamente —lo tengo que reconocer— la tragedia de tal magnitud nos ha rebasado en muchos casos. No podemos hacer lo que quisiéramos con la rapidez que también desearíamos, sobre todo para rescatar vidas.

“La verdad es que frente a un terremoto de esta magnitud, no contamos con los elementos suficientes para afrontar el siniestro con rapidez, con suficiencia”, externó.

CORRUPCIÓN. Otro de los lugares donde Elena realizó reportajes fue Tlatelolco, donde colapsaron los 15 pisos del edificio Nuevo León, que en su momento fue símbolo de progreso y de la vivienda moderna. Ahí evidenció cómo desde antes del terremoto los habitantes de la unidad habían alertado sobre daños en las construcciones, pero nadie les hizo caso.

“Las dueñas de algún departamento en el edificio Nuevo León me decían que echaban una canica y ésta bajaba demasiado; se veía que construyeron el edificio sin cuidado. Fue el que más quedó lastimado”, señala la escritora Elena Poniatowska.

Pronto también en Tlatelolco los habitantes de la unidad se organizaron para exigir justicia y derecho a una vivienda digna. Emanaron movimientos urbano-populares que incidieron en la vida política de la Ciudad de México.

“El edificio Nuevo León se volteó como una ola. Ahí sí salvaron gente. Luego, muchos que habían comprado ahí un departamento demandaron a los arquitectos… Sí se hizo justicia que yo recuerde…”, comparte la escritora.

En la Unidad Nonoalco-Tlatelolco la necesidad era mucha y también se apoyó de distintas maneras.

“La solidaridad entre la gente de los edificios de todo Tlatelolco fue un ejemplo para los jóvenes y toda la gente que quiso ser parte de todo eso y participar”, resalta la autora de Tinísima.

Elena Poniatowska arribó a Tlatelolco desde las primeras horas del terremoto. “Llegué el mismo día a Tlatelolco, empecé a hablar con todas las personas; algunas estaban muy afectadas y otras llorando. Empecé a solidarizarme con ellos”, rememora.

Su compromiso con los sobrevivientes del terremoto del 85 fue tal que cuando andaba reporteando en la calle, les daba a las personas la dirección de su casa para que la buscaran si necesitaban compartir información, dar un testimonio o si requerían comida.

“Fueron como cuatro meses de estar recabando testimonios. Mucha gente venía a mi casa, venían a contarme, a pedir un vaso de agua… Yo les daba la dirección. Fueron días de mucho dolor, días muy terribles, pero uno hace las cosas por solidaridad”, narra la también autora de las novelas Leonora y Hasta no verte Jesús mío.

RECUPERAR LA ESPERANZA. Elena Poniatowska recuerda que, dentro del dolor y la tristeza, también hubo momentos en los que se afianzaron lazos entre las personas que habían organizado brigadas de rescate o centros de acopio. El ocio y la esperanza fueron dos elementos para sobrellevar esos días.

“Luego en la noche ocurrían cosas chistosas, por ejemplo, por la avenida Tlalpan, los chavos comenzaban a ponerse los vestidos que donaban las señoras de Las Lomas, bailaban, todos se reían, la pasaban muy bien, todo les daba risa. Había señoras que regalaban su peluca. Hacían una fogata, se reunían, se reían, juntaban la ropa, se la ponían, bailaban… echaban relajo para descansar del resto del día”, cuenta.

OFICIO PERIODÍSTICO. La escritora Elena Poniatowska realizó una ardua labor periodística como el resto de los reporteros y fotógrafos que se dedicaron a documentar lo ocurrido durante el sismo. Muchas veces se quedó en la noche trabajando y solía tener jornadas que iniciaban a las cinco de la mañana.

“Recuerdo que el primer día me llevé a mi hija Paula y todo el tiempo me decía: ‘Ya no mamá, ya vámonos, ya regresémonos a la casa’, ya no quería seguir viendo”, cuenta la periodista. Sin embargo, Poniatowska, quien siempre ha estado comprometida con las causas sociales, supo que era importante documentar lo más posible.

“Los fotógrafos fueron admirables, se la juegan siempre, se suben a los edificios, a veces agarran pico y pala, porque creen que es más útil eso que tal vez sacar una foto. Cuando comencé a trabajar, la mitad de los edificios estaban tirados. De inmediato empecé a hacer entrevistas, reportajes”, cuenta.

En esos tiempos, comparte, se iba a escribir al periódico o, cuando no lo hacía, llevaba a la redacción sus notas y reportajes escritos en papel revolución, que era muy quebradizo.

“Tenías que esperar bajo el sol en la calle, te pedían que te pusieras casco por las piedras que todavía caían”, dice la escritora de Lilus Kikus, quien en 1985 tenía 53 años.

Para la periodista, en este oficio, salir con libreta, pluma y grabadora para escuchar testimonios de las personas fue la mejor forma de solidaridad.

“Los periodistas en general son un gremio de gran solidaridad, en terremotos, en incendios”, reflexiona tras esta entrevista en la que compartió cómo vivió el 19 de septiembre de hace 40 años y los meses posteriores.

Considera que uno de los grandes aportes fueron las denuncias que se hicieron: “Toda la vida he hecho periodismo de denuncia”, concluye.