EMBRIAGUEZ
Embriaguez: imagen pura de la libertad humana.
En la familia de las Gracias, la embriaguez es la más lúcida por su naturaleza anfibia y su aristocracia singular.
La embriaguez es un estado angélico.
Todo el cuerpo es un párpado dormido.
El sueño nos domina con su gracia, es la esencia de la embriaguez, el cristal puro.
En la embriaguez me doy cuenta cabal de que estoy vivo: ya en su túnel me recuerdo de que estoy entrando en él.
Luis Cardoza y Aragón, Brújula de maravillas, sel. y prol. Alberto Enríquez Perea, El Colegio de México, 2016.
EDITH PIAF: CERO CONCESIONES
Cantar canciones es el oficio más hermoso del mundo. No creo que haya dicha más intensa, más completa, que la del artista consciente de haber transmitido a quienes
le escuchan, con unas pocas canciones, un poco de su riqueza personal.
Cuando me preguntan qué hay que hacer para tener éxito como intérprete de la canción, respondo, sin hacerme ninguna ilusión sobre la originalidad de la fórmula: “trabajar, trabajar, y seguir trabajando”.
Pero eso no basta, sería demasiado fácil. Hay que tener la firme resolución de ser uno mismo, lo cual no implica que haya que ignorar a los demás. Al contrario, hay que ir a verles y aprovechar la lección que tal vez puedan darnos. No hay actuación que no pueda enseñarte algo, aunque sólo sea qué no hay que hacer.
La gran tentación a la que hay que resistirse, y no siempre es fácil, es la que te empuja a forzar el éxito dejándote llevar por lo fácil, la que te lleva a hacer concesiones al público. ¡Cuidado! ¡Peligro! Las concesiones se sabe dónde empiezan, pero no se sabe adónde acabarán por llevarte. Por mi parte, me esfuerzo en no hacer ninguna. Doy lo mejor de mí misma, pongo toda mi alma y todo mi corazón en mis canciones, busco con todas mis fuerzas establecer un contacto humano con la sala, entrar en comunión con quienes me escuchan, pero, si se niegan a seguirme, no caeré, para convencerles, en recurrir a trucos que me rebajen a mis propios ojos y a los suyos.
Edith Piaf, El baile de la suerte. Autobiografía, prol. Jean Cocteau, trad. Gabriel Hormaechea, Global Rhythm Press, 2008.

BRETAÑA
Bretaña es una tierra muy peñascosa por el lado del mar, pero se abre en amplias planicies, valles estrechos y alegres oteros, por donde se une a Francia. Es tierra muy viciosa de caminos, puesto que en ella, amén de la gente natural del sobremundo, andan fáciles y vigilantes pasajeros, gentes de las soterradas alameda, finados vespertinos, fantasmas, huestes caballeras, ánimas redimiéndose de penas; las más de ellas, gentes difuntas a las que alguna paulina niega descanso. Las hieren los vientos y las noches por los innúmeros caminos, hasta que sólo queda de ellas un aliento frío. […] Llovizna un poco. Pasa un viento silbador que apaga las débiles lucecillas. Los vivos en Bretaña conocen si los aires que corren son de muertos o no, y le sacan el sombrero a una brisa de mayo, porque adivinan que se trata de la hermosa Ana de Combourg que pasa sonriendo entre las verdes ramas de los abedules. Hay mozos que se enamoran de un aire. […]
Álvaro Cunqueiro, Las crónicas del Sochantre, prol. Nestor Luján, Salvat Editores, 1982.

ANTE LA DESESPERACIÓN
La oración ha sido la salvación de mi vida. Sin ella, me habría vuelto loco hace mucho tiempo. Mi autobiografía os dirá que no me han faltado experiencias públicas y privadas de lo más amargas. Estas experiencias me sumieron durante un tiempo en la desesperación, pero si pude librarme de ella fue gracias a la oración. Ahora bien, puedo decir que no ha sido una parte de mi vida en el sentido en que lo ha sido la Verdad. Surgió de la pura necesidad, porque me encontraba en una situación muy difícil en la que no podría haber sido feliz sin la oración. Y, cuanto más crecía mi fe en Dios, más irresistible era el ansia de oración. La vida parecía insulsa y vacía sin ella.
Mahatma Gandhi, “La vía espiritual” en Sara Boix Llaveria, La sabiduría del hinduismo, col. Los Pequeños Libros de la Sabiduría, José J. de Olañeta Editor, 2011.

LUZ EN LA EDAD MEDIA
Los filósofos del siglo XVIII no detentan el monopolio de las Luces. Mucho antes que ellos, los intelectuales medievales recurrieron a esta imagen para desarrollar un pensamiento refinado y complejo, plasmado en la arquitectura gótica, una de las mayores creaciones del arte occidental. Sus indagaciones experimentales sobre la luz desembocaron en descubrimientos ópticos importantes. Gracias a ellos, las lentes que corregían la miopía y la presbicia permitieron a muchos pensadores seguir leyendo y escribiendo a edades más avanzadas que en el pasado. Les aportaron la luz. Prueba de que el oscurantismo medieval es un embuste.
Martin Aurell, “La Edad Media era tenebrosa y austera”, Diez ideas falsas sobre la Edad Media, trad. Juan Vivanco, Taurus, 2024.

MADRE E HIJO
Una característica general de la obra de Henry Moore, que salta inmediatamente a la vista durante el más somero examen, es la limitación a, relativamente, pocos temas. Si damos una rápida caracterización a estos temas, es probable que lleguemos a la conclusión de que la mayor parte de su obra, quizá más de las tres cuartas partes, está compuesta solamente de dos temas: la Figura reclinada y la Madre y el hijo. Desde el momento en que Moore estuvo seguro de sí mismo y de sus objetivos, se concentró en esos dos temas con una intensidad casi obsesiva. Es cierto que grandes artistas del pasado tuvieron frecuentemente las mismas limitaciones obsesivas.
[…] La Madre e hijo es uno de esos arquetipos, y la Figura reclinada es otro. El motivo de la Madre e hijo apareció en los tiempos prehistóricos; persiste a través de todas las edades y cada vez más estilísticamente transformado, aunque continúa siendo el mismo sujeto: un arquetipo de la maternidad, de la fertilidad, de la propagación terrestre de las especies humanas. Sólo un motivo de significado tan fundamental podía haber resistido durante tanto tiempo sin agotarse, sin morir de inanición. […] Por eso aparece un gran artista, como Giotto, Miguel Ángel, o Henry Moore, y restaura el motivo en su significado primordial.
Herbert Read, Henry Moore. Madre e hijo, Unesco-Hermes, Bolsilibros de Arte, 1966.

EL ESPÍRITU DEL MAL
[…] Has pronunciado las palabras como si no reconocieras la existencia del mal y de las sombras. Por qué no eres un poco más amable y te detienes a pensar en lo siguiente: ¿qué haría tu bien si no existiera el mal y qué aspecto tendría la tierra si desaparecieran las sombras? Los hombres y los objetos producen sombras. Ésta es la sombra de mi espada. También hay sombras de árboles y seres vivos. ¿No querrás raspar toda la tierra, arrancar los árboles y todo lo vivo para gozar de la luz desnuda? Eres un necio.
Mijaíl Bulgákov, El maestro y Margarita, trad. Amaya Lacasa Sancha, Alianza, 2023.


