ESGRIMA

En la habitación dormita el caos de la creación: entrevista con Manuel Becerra

Manuel Becerra, Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines por su obra Estética de los objetos aislados.
Manuel Becerra, Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines por su obra Estética de los objetos aislados. Foto: Cortesía del autor

La chamarra de cuero negro está luida en el hombro, en la muñeca. Poco importa. Se pasa una mano por el pelo y observa a la ardilla en el árbol. En la mesa no hay libreta ni pluma. Toma notas mentales. A su lado el perro lo observa. Está sentado sobre los cuartos traseros, el hocico entreabierto. Parpadea, busca el juguete escondido en la mano de su dueño. Una mañana como la anterior y la anterior. Pero en los ojos de Manuel Becerra (Ciudad de México, 1983) nada se repite. Merecedor de los premios Laura Méndez de Cuenca 2020, Enriqueta Ochoa 2014, Ramón López Velarde 2011 y el Internacional de Poesía Jaime Sabines en 2024. Es autor de Los trabajos de la luz no usada (2021) y La escritura de los animales distintos (2022).

¿Cómo fue la génesis de Estética de los objetos aislados?

Quería escribir un libro de poemas en prosa que colindaran con la narrativa sin que dejaran de ser poesía. Son una suerte de postales literarias. A través de la prosa profundizo la condensación del poema, incluso cuando en momentos puedan parecer ficciones breves. No estoy interesado en definir qué es o no poesía. Trato de asegurar la sorpresa, la intuición, ese “ir a tientas” a través del tema; basta una idea incoherente, una imagen ilegible o sonido para detonar un poema.

En uno de los textos del libro, un homínido despierta en una cueva mientras escucha el ruido de la lluvia, ve el relámpago “que produce sombra” y se encuentra con la forma de las cosas. “La mujer de Kawabata” o “El hombre del sueño del sueño japonés” exponen un instante. En este segundo poema, un carnicero descansa dentro de una camioneta con los pies apoyados en el vientre desollado de “lo que antes fuera una vaca espléndida”. Ese momento lo vi. Cuando sucedió quise fotografiarlo porque pensé que era una estampa al estilo de Francis Bacon. No lo hice, pero lo escribí en mi intento por retener lo que ya no es posible. Me gusta pensar que ese momento queda viviendo en ese instante.

¿Cuáles son tus temas preferidos?

Los animales han sido una presencia ineludible en mi obra; hay un apartado que funciona como catálogo de bestias imaginarias: el Cachalote de las Erinias, Un animal soñado por Borges o el Cerdo de las Antillas. Otro tema es la naturaleza. La exploro lejos de la imagen romántica o el escenario bucólico. Algunos poetas hablan del mirlo, la nieve, el alba, aunque los temas les sean ajenos. La naturaleza es distinta para alguien que vive en la ciudad y para un agricultor. La naturaleza es cruel. Comparar a Dios con la imagen de la naturaleza es certero: un dios violento que a veces protege, a veces mata. Nos pone a prueba en todo momento. Un evento natural puede desaparecer sociedades completas. John Berger en su ensayo El pájaro blanco elabora que “la primera necesidad de la vida fue un techo: guarecerse de la naturaleza”.

¿Qué te ofrece la prosa que no te da el verso?

Hay una falsa sensación de libertad que da la prosa y que no suele suceder con los versos medidos o con el poema “vertical”. Yo la he sentido. El poema en prosa no es una zona sin ley: a mayor libertad, mayor responsabilidad. El poema en prosa debería tener el mismo rigor que el verso medido. Si el poema en verso libre es desafortunado, se delata aún más en prosa. Hay poemas que no otorgan ninguna experiencia, estética o vital, que podrían ser el mal inicio de un cuento si los pasamos a la prosa. Si el poema es inamovible en su forma, significa que esa es la manera en que debía ser escrito. Si me preguntas qué distingue al poema en prosa de un relato, no lo sé. En la prosa hay algo que no me da el verso, hay temas que no encuentran su forma en un poema vertical, y al revés. Lo mejor de todo esto es que puedes ir y venir y provocar un híbrido. No hay límite. En todo poema debería existir rigor con sus limitantes, también un espacio para el caos a la hora de la creación literaria. La poeta Alina Dadaeva habla de “aceleración de la conciencia” a la hora de escribir. Cuando uno “vuelve” del poema queda impedido para dar una explicación que pueda dejar satisfecho al lector.

Trato de asegurar la sorpresa, la intuición, ese ‘ir a tientas’ a través del tema. 

¿Qué significó para ti obtener el Premio Jaime Sabines?

Ceñir tu trabajo a obtener un galardón empobrece tu creatividad. Escribir un libro sin apuntar al reconocimiento trae ventajas y gozo. Significa varias cosas: el monto económico, claro, y me ayuda a cerrar el libro y dejar de corregirlo. Puedo tener hasta quince versiones de un mismo poema.

Hay una versión al inglés de La escritura de los animales distintos, ¿cuál fue la trayectoria de ese proyecto?

El libro lo escribí en un pliego, en un cuaderno que traje de Japón, una libreta desplegable, a manera de acordeón. Así lo imprimí y así lo envié al Premio de Poesía Enriqueta Ochoa. Pudo haber sido descalificado por el simple formato. Ganó tal como lo impuse, fue una especie de doble triunfo, pero después llegó otra realidad: muchas editoriales en México lo rechazaron y si aceptaban publicarlo, pedían cantidades exorbitantes de dinero. Lo publicó The Song Bridge Project una editorial en Iowa. Ahí conocí a Kathleen Archer, una muy buena traductora. Trabajamos juntos durante mi estancia en el Programa Internacional de Escritura.

¿Cómo eliges tus lecturas?

Me gusta leer lo que me altera. Si encuentro a un autor, sigo su trabajo, busco autores que ellos mismos recomiendan. No importa si es un cronista, un etólogo, un antropólogo, un psicólogo. Recuerdo un ensayo sobre la apreciación de la arquitectura de Japón, escrito por un arquitecto, por ejemplo: ilegible pero fascinante. No me asombra porque el lenguaje en la poesía es eso. El poema es un acercamiento distinto a los objetos. El lenguaje tiene una temperatura distinta, pretende retardar en el poema la fascinación con el fin de evitar el automatismo con el que enfrentamos la vida. Describe un animal con extrañamiento, sin usar los adjetivos aprendidos, y habrá un hallazgo. Hazlo de la forma en que un navegante se encuentra con la fauna de un nuevo mundo.