La crónica es de quien la trabaja. Y vaya que Mariana H ha padecido hasta el desahucio lo sufrido, gozado y bailado en los textos de Crónicas marianas (Reservoir Books, 2025).
Como ella misma apunta en la intro, su padrino honorario, Eduardo Casar, le aconsejaba desde hacía tiempo que se aventara a publicar un libro con sus experiencias más cagadas. Y Mariana por fin le hizo caso. No es nueva en estos antros, ya antes se estrenó como autora de dos compendios de entrevistas, uno a escritrices y otro a músicos, pero hacía falta que se desnudara en la página y nos contara la carnita de su vida. Las meteduras de pata, los amores fallidos y las caídas al tambo.
No todo mundo tiene la suerte de que una editorial comercial te publique lo que destinarías a un diario que quizá con suerte leerán tus nietos o tus sobrinos cuando mueras. Por ello, Mariana no podía dejar pasar la oportunidad. Afortunados aquellos a los que la literatura les hace un espacio para que nos confiesen su privacidad. El amor qué. Tampoco es que queramos enterarnos de los trapos sucios de todo mundo. Pero sí de los de Mariana. Y se confesó como sólo podía hacerlo alguien de su calaña: al chile.
Quienes la conocemos sabemos que era un paso natural en su quehacer. Que si debió pasar antes vale madre. Lo importante es que ya llegó, ya está aquí. Llévelo, llévelo. Cuando tu vida ha estado tan cerca de la literatura, acabas por escribir. Ni miodo. Es el precio que debes pagar. Mariana no sólo estudió literatura, gracias academia por no volverla aburrida, sino que se ha pasado un par de décadas entrevistado a escritores. Y ha leído mucho más que varios güeyes que se la dan de intelectuales.

TODOS SOMOS VULNERABLES, todos tenemos nuestras manías y a todos nos traiciona el miedo. Pero es algo que sólo nos compete a nosotros. Por eso, se requiere ser un irresponsable de cuidado para publicar un libro como Crónicas marianas. Pero balconearse a sí mismo es un deporte. Y Mariana es una competidora ejemplar. Que una persona se desnude así, para nosotros que casi ni nos encanta el chisme, es un agasajo único. ¿Tienes el morbo o te vale, lector?
Conocí a Mariana hace quince años. Apenas cruzamos palabra me percaté de que no era una persona del montón. Pa empezar, no estaba hueca por dentro. Y además tenía el gusto musical de un anciano de la vieja guardia: Bob Dylan era (es) su santo patrono. Nunca me había topado con alguien que se supiera de memoria las canciones del Blonde on blonde. Y desde entonces nos volvimos cuates. Y he visto cómo ha crecido. Me siento bastante orgulloso con el estirón que ha dado con este libro. Gracias Casar por ser ese diablillo susurrándole al oído.
NO PUEDO DECIR QUE EL LIBRO SEA AMENO, PORQUE SÍ LO ES, PERO LO AMENO SUELE SER INOFENSIVO
Ahora que Mariana se ha aventado al vacío puedo decir objetivamente que el paracaídas se abrió a tiempo. Los textos de Crónicas marianas no decepcionan. No juega a ser Gay Talese. Al contrario, se propone divertirse. Y al lograr su cometido de paso divierte al lector. No puedo decir que el libro sea ameno, porque sí lo es, pero lo ameno suele ser inofensivo. Y aquí está registrada la mala leche del mundo. Y los malos momentos que nos hace pasar cada tanto. Y Mariana lo dice sin tapujos: me ha ido de la becky. Como a muchos de ustedes. De nosotros. Y pone las cartas sobre la mesa. Y como ella también vamos perdiendo. Nada une tanto a lector con autor como el horror compartido.
Me siento afortunado porque puedo presumir que me he ido de farra con Mariana incontables veces. Pero aquellos que la admiran y no han departido con ella en una cantina pueden dejar de sufrir. Porque al leer Crónicas marianas sentirán que la conocen de toda la vida y que es su cuata de peda. Sin guardarse nada, pero sobre todo sin tirar netas, destila so. La que te dejan los golpes bien asimilados. Esos que te tambalean, pero no te tumban. Cómo la ocasión en que la encerraron en el Torito. Cómo, ¿Mariana en prisión? ¿La de Qué chulada? Pues sí. Muchas otras personas que salen en televisión abrían barrido la anécdota bajo la alfombra. Pero no Mariana. Ella la convirtió en un texto. Que es la aceptación de que ha vivido. Y ha bebido.
DECÍA QUE ME TOCÓ VER A MARIANA TRANSFORMARSE de conductora en escritora. Mariana ha engendrado a Hache. Esas dos personas que siempre han confluido en una pero que ahora son independientes. Y que viven una de la otra. Y a las cuales he tenido la fortuna de conocer de cerca. Esa criatura que yacía dormida y ahora ha despertado. Y que esperemos que nos regale más libros en los próximos años. Porque algo me ha quedado claro después de saborear su faceta de cronista, voy a leer todo lo que publique en el futuro.
Recuerdo la vez en que me pidió que leyera un texto suyo. Le respondí con honestidad que me gustaba. No soy proclive a repartir cebollazos. Siempre he dicho lo que pienso, se trate de mis amigos o de mis parejas. Pero lo que más me sorprendió fue que estuviera tan bien redondeado el final. Aquello pudo haber sido chiripada. Pero conforme fui leyendo más me percaté de que tenía una habilidad natural para cerrar las crónicas. Algo que sin duda muchos le envidiarán. Tanto principiantes como algunos “consagrados”.
Hay que darle gracias a los dioses del karma el que Mariana haya decidido compartir con los lectores sus andanzas. De lo contrario nos perderíamos de personajes como el Rústico. Y sus almorranas. Espero que no lea este libro. O le va a caer una demanda por daños y perjuicios. O de Paola, la chica del Torito que es adicta a la mona. O del Lobo, el teporocho desdentado que ronda las calles de Garibaldi mentándole la madre a los mariachis. Personas que el universo ha hecho coincidir con Mariana por una razón suprema. Que la Mariana cronista tenga material para compartirnos. Porque su ojo registra todo aquello que es digno de aparecer en una página.
Mariana es un producto de su ciudad. Neuras, acelerada y preocupada siempre por llegar a tiempo. Y en estas páginas, la Ciudad de México también es protagonista. Imagínense que hubiera nacido en Suiza. No habría podido retratar a todos estos personajes. Y nosotros no habríamos tenido la dicha de conocer a una cronista tan al chile como Mariana H.


